El seguimiento de Jesús se ve hoy puesto a prueba para aquellos sus primeros discípulos, que van con Él hacia Jerusalén. Ellos van acompañándolo seguramente esperanzados en un mesianismo popular triunfalista, por lo que Jesús les hace parar, detenerse, para encarar la realidad exigida para quien quiera seguirle. Él lo hace a través de tres frases, que podemos señalar como “escandalosas” o “duras”.
Y es, queridos lectores que no se trata de un viaje normal de Jesús de Nazaret a su Ciudad Santa, el anuncio de esta decisión está fundado en los hechos que acontecerán para Él allí. Hay que ver en esta ida a Jerusalén la novedad eclesial del proyecto definitivo de Jesús, por el que harán nuevas todas las cosas. Palabras que en el evangelio Pedro y seguramente el resto de los Doce no pueden comprender, porque se expresan con el lenguaje doloroso del término “cruz”. El texto griego asegura que es una decisión propia de Jesús, para cumplir la voluntad del Padre.
Y, por eso señala que “será entregado”, enfrentándose así con un destino superior que deberá cumplirse. Y en ese “será entregado”, se perfila que lo matarán… (el destino teológico de esta entrega). Pero se asegura con profundidad que el panorama final es la resurrección al tercer día. Y ante esto, Satanás no está lejos en querer intervenir, y lo hace en la persona del discípulo que poco antes lo había constituido “piedra”.
En vez de ser piedra para sostener a Jesús ante el escándalo de la cruz que se ve el horizonte, le sirve más bien de “piedra de tropiezo”: ese en efecto, el significado de la palabra griega scandalon, usada en el reclamo de Jesús a Pedro. La lectura eclesiológica que hace Mateo de este anuncio de la Pasión, refleja la fiel intención de mostrar al que quiera ser discípulo, que no hay otro camino más que el que Jesús ha tomado, el del despojo total, que al seguir la lectura nos hace ver como le llaman los especialistas las “palabras duras de Jesús”.
Erasmo de Rotterdam célebre humanista holandés, que vivió entre 1469 y 1536, comentando este texto puso en boca de Jesús esta frase elocuente: “muchos me siguen más con los pies que con una verdadera imitación”. Seguir a Jesús es “perder”. Al escucharlo, modifica radicalmente el sentido. Perder para Jesús es una capacidad libre de romper con todas las ataduras del propio egoísmo de las cosas materiales, para “encontrase” verdaderamente; es la verdadera conquista humana, que lleva a la vida plena y lograda a la que apuntaban los filósofos. Efectivamente, el egoísmo más absoluto es prisión y muerte; la pesadilla del “salvar la propia vida” se transforma en una maldición.