La primera lectura de este domingo que es del libro del Génesis en el capítulo 3, que nos narra la caída del ser humano y su desobediencia al plan originario de Dios y el Evangelio tomado de Marcos capítulo 3, contraponen a dos mujeres: la que desobedeció en el Paraíso y la que tuvo como lema y gloria el cumplir la voluntad de Dios. Ellas son: Eva y María. Cada una de ellas toma posición sincera y clara ante el proyecto de Dios, manifestado en su Palabra. Las lecturas de este Domingo del Señor, advierten que todo inició allá en el Paraíso. Engañado por el demonio, el ser humano quería y quiere ser como Dios en todo, con lo cual está olvidando su condición de creatura, su condición de finitud.
Es esta la razón por la cual Dios, en el simbolismo de la caída, cuestiona: “¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?” (Gn 3, 11b) y con lo cual queda claro que, el ser humano no puede sobrepasar los límites propios de su condición natural. De este libro del Génesis advertimos su cometido teológico clave para entender el Evangelio de hoy, ya que presenta la antítesis mujer-serpiente. La descendencia de la mujer para la tradición cristiana y judía, representa la lista de los justos que regresan al proyecto originario de Dios, mientras que la descendencia de la serpiente simboliza por el contrario, la oposición radical al proyecto originario de Dios. Es por eso que las partes que podemos encontrar en el Evangelio de hoy, se ubican en esta línea de rechazo o aceptación, en este caso, al proyecto de Dios en la persona de su Mesías: Jesús de Nazaret.
La primera escena presenta la reacción de ceguera y cautela por parte de los parientes carnales de Jesús que hasta dicen: “Está fuera de sí” (Mc 3, 21b). En la segunda, son los escribas venidos de Jerusalén quienes encarnan la oposición radical y hasta satánica contra el proyecto de Dios en su Mesías, que incluso hasta dicen: “Está poseído por Belcebú” (Mc 3, 22). La tercera escena muestra quienes son los verdaderos amigos del proyecto originario de Dios y hasta viene definido con las más maravillosas expresiones que haya pronunciado Jesús: “Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.