Palabra de vida |“Dijo Jesús: El que me come permanece en mí”

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El conjunto de la palabra de Dios de este domingo, sigue proclamando a Jesús el “Pan de Vida”. En este domingo uniendo la primera lectura de Proverbios 9,1-6 (que habla de la sabiduría) con el evangelio, compren- demos que la invitación es sentarnos a la mesa para entrar en comunión con la sabiduría divina que es el propio Cristo, a través de la Eucaristía. Toda comida expresa el símbolo fraterno por medio del cual los invitados entran en intimidad y comunión.

Aunque el evangelio invita a comer el cuerpo de Cristo, no se trata de una simple acción de comer y ya, se debe comer por el gusto de hacerlo y la inteligencia para comprender lo divino del alimento. No es una participación automática, como lamentablemente a menudo sucede en nuestras celebraciones eucarísticas distraídas, habitualmente tan mecánicas. Entrar en la celebración eucarística, es un gustar y querer estar en la “comunión”, que en el lenguaje joánico, es un “permanecer” en Él, significando un diálogo interior recíproco. Todo esta exigencia proviene al considerar que este pan es la misma persona del Hijo de Dios, que ha bajado del cielo, es su misma existencia donada a los hermanos en la muerte, es la eucaristía que en el tiempo y en el espacio hace presente la realidad viva de Cristo entre nosotros.

Cristo es la eucaristía y la eucaristía es la persona misma de Cristo. Así pues, este alimento que Jesús ahora nos deja sobre la mesa del altar, reúne todos los significados de estas páginas del Antiguo Testamento que hemos venido escuchando es estos domingos. En verdad, esta catequesis referida a la eucaristía son un compendio no solo para el teólogo estudioso, sino también para que todos tengamos momentos de verdadera meditación y oración ante el sagrario, con la Biblia en la mano buscando estas citas maravillosas. Escuchar estos relatos, nos vuelve a llevar a aquella sala “en el piso superior”, de aquella noche llena de alegría y temor, de tristeza y esperanza en donde Jesús en el signo del pan y el vino, nos dejó el memorial perpetuo de su pasión muerte y resurrección. ¡Todo por amor!

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