Palabra de vida | “Descuidando el mandamiento de Dios…”

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La Liturgia de la Palabra de Dios de hoy, presenta la tentativa humana de acoplar a nuestras apetencias la ley y el corazón, el culto y la vida misma. Es claro que observando libremente la ley de Dios el creyente descubre su presencia como salvador. En efecto, no hay que buscar al Señor tanto en los cielos lejanos, sino en la ley que Él mismo ha ofrecido a su pueblo. El problema radica en ese apego legalista a la ley como fuente decisiva de salvación.

Marcos, en el Evangelio de hoy, desarrolla el tema en primer lugar con un párrafo negativo y violentamente polémico, ya que Jesús critica las prescripciones rigurosísimas de pureza ritual ejemplificándolas en la llamada netilat jadajim, que en hebreo significa “el lavatorio de las manos” que tenía una finalidad sacral: simbolizando la pureza del corazón y de la vida. Luego viene la enseñanza de Jesús en positivo. Hay que dar el paso al “corazón” que en este lenguaje bíblico designa la conciencia, las decisiones fundamentales y su operatividad.

Para Jesús en este abismo profundo de libertad humana es donde nacen las verdaderas impurezas; allí es donde debe aparecer la verdadera pureza a observar; allí es donde en realidad se juega el destino del hombre. Y no en la exterioridad de hábitos de ceremonia, de alimentos rituales, de frías rúbricas.

El cristiano que ha llegado a conocer la Palabra de Dios contenida en la Biblia, no debe hacer de ella un rígido tema jurídico, teológico o litúrgico que empaña la propia y real imagen del Dios amor revelado por Jesús, todo lo contrario, el creyente ante la Palabra se permite recibir de ella su frescura, su dinamismo y creatividad, conectándola plenamente al “corazón”, es decir a la vida. La Ley del Señor no debe estar escrita en piedra sino en el tejido que ilumina y vivifica el corazón humano.

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