Palabra de vida |“Creyente…”

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El conjunto de las lecturas de este domingo como de todo el tiempo pascual, se puede decir es un llamado a la fe que nace del testimonio individual, pero por igual comunitario de los que creen en Cristo Resucitado. En la persona de Tomás Apóstol, se ve el camino fatigoso de muchos a creer en verdad, si antes no hacen una verificación basada en el “ver” y “tocar”. Jesús quiere que Tomás pase del creer en Él como Maestro, a un reconocerle como Mesías.

Él quiere que llegue a la profesión de fe plena, o sea en el Hijo de Dios enviado por el Padre para salvar a la humanidad. El encuentro de Tomás ocho días después de la resurrección con el propio Jesús, llevará a éste discípulo incrédulo al vértice supremo de la fe. Efectivamente ahora su credo es perfecto: “¡Señor mío y Dios mío!”. Pero Jesús alaba a todos aquellos que llegan a la fe sin tener que verse condicionados por el “ver” y “tocar” para creer.

La antigua tradición oriental afirmaba que el maestro despierta la conciencia del discípulo a través del toque, de la palabra, de la mirada. También Jesús dirigiéndose a Tomás, mueve todos estos recursos de la comunicación precisamente para que en el discípulo se despierte la fe. También a los discípulos, según otra narración de aparición referida por Lucas, el Resucitado había dicho: “Mirad mis manos y mis pies: ¡Soy yo! ¡Tocadme y mirad!” (24, 39).

No por nada la Primera Carta de Juan comienza recordando: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han tocado nuestras manos” (1, 1). Pero la fe nos pide lanzarnos sin pruebas y contrapruebas milagrosas o complejas demostraciones. Basta como lo hace este tiempo de Pascua, dejarnos predicar por el testimonio de la Escritura y de los que viven la experiencia pascual, para que por el oír vayamos también a la fe. ¡Feliz domingo Pascual de la Divina Misericordia!

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