Una vez más la Biblia, nos muestra como el camino de la salvación no pasa necesariamente por el camino del triunfo, del que están acostumbrados los reyes y poderosos para salvar al pueblo, como se suele decir. De eso tratan la riqueza de lecturas de este maravilloso y significativo domingo. El camino de la salvación recorre como nos lo narra el Evangelista Mateo, una vía dolorosa, por la cual el “Siervo de Yahvé”, Jesús de Nazaret, vive ese camino entre las humillaciones y los sufrimientos. Es el “Evangelio de la Pasión”. Seguramente cada Evangelio que tenemos nació en su parte más primitiva de la tradición que narraba oralmente el camino que Jesús hizo desde la fortaleza Antonia, casa y tribunal del procurador romano, Poncio Pilato, hasta el lugar de la ejecución: El Calvario o Gólgota.
No podemos detenernos en los particulares de esta narración larga y cargada de detalles del sufriente del Mesías, tanto Mateo, Marcos y Lucas, narran con detalles de acciones y personajes la forma como esa mañana del 14 de nissán, se ejecutó al Hijo de Dios. Narrada en el Domingo de Ramos, es una clara intención la que la Madre Iglesia nos ofrece para que todos siguiendo la misma narración, ocupemos el lugar de uno de esos personajes ante el drama de Jesús. ¿Quién soy yo hoy dentro de ese relato del injusto condenado? ¿Estaré siendo uno de eso soldados que se burla del así llamado Mesías preguntándole quién te ha pegado? En otras palabras, le piden que haga de profeta, que adivine por nombre y apellido a sus verdugos. El Evangelio de la Pasión, no está proclamado para hacer memoria narrativa de un hecho del ayer, se proclama hoy para repensar y comprender que Jesús sigue hoy sufriendo la burla, de los que en su incredulidad ven en estos días y en estos hechos que celebramos, el fanatismo religioso de muchos, que ocupa los días enteros y las ocupaciones habituales, pero que a la larga pasa todo tan rápido y de lado, que no cambia la vida de nadie, ni transformas todas esas formas de pecado por la que Cristo ha dado la vida.
Es por eso, que la detenida lectura de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, debe hacer la más exigente llamada a que todos los que la escuchemos con fe y devoción, sepamos tomar partida en esta pasión de Cristo, que sigue siendo la pasión de todos los hombres y mujeres que como Él desean que el Reino de Dios llegue en justicia y en verdad para todos. Que hoy más que ayer, la Palabra de Dios en estos “Días Grandes”, sea la buena semilla que produzca un fruto bueno y duradero hasta la eternidad. ¡Qué no pase de largo la gracia de Dios, sin entrar y quedarse en nuestras vidas!