Nuestra voz |Editorial |La experiencia viva de la Pascua

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¡Cristo ha resucitado! Esta maravillosa noticia resuena hoy en medio de nuestros corazones con nuevos brillos y fuerza; es un tiempo litúrgico que nos invita a creer en Dios, que es vida y amor; a confiar en su Palabra, que nos llega en la cadena ininterrumpida de la tradición de los apóstoles y de los creyentes, en el que se nos exhorta a aceptar la Palabra de Dios y creer personalmente que Jesús de Nazaret, el Hijo de Santa María Virgen, muerto y sepultado, ha resucitado de entre los muertos, por cada uno de nosotros; a dejarnos encontrar personalmente por el Resucitado, como los apóstoles.

Él, sale a nuestro encuentro hoy para avivar en nosotros nuestra fe, esperanza y caridad, para que nuestra alegría pascual sea completa y nuestra respuesta sea el compromiso para transformar nuestro entorno familiar, laboral, social etc. de manera real y efectiva. Pascua es el triunfo de la vida sobre la muerte, del perdón y la reconciliación sobre el odio y la ira, de la justicia de Dios sobre las injusticias humanas, de la paz sobre la violencia y la guerra. Cristo Resucitado es la luz para el mundo y la humanidad. El, abre horizontes de esperanza y de eternidad al ser humano y nos asegura que nuestro destino final no es la tumba, tal como nos lo recuerda San Pablo en la primera carta a los Corintios y a los Romanos: “Si Cristo ha resucitado, todos nosotros resucitaremos” y ello fundamenta nuestra esperanza, de modo que podamos vivir con el gozo del Espíritu, con alegría y fidelidad el misterio pascual, difundiendo su fuerza renovadora en todas partes al igual que los santos que han fecundado continuamente la historia con la experiencia viva de la Pascua.

El cristiano católico, debe orientar hacia Dios todas las realidades terrenas, con alegría y con esperanza si desea configurarse con Él, porque la caridad de Cristo nos urge a los bautizados a dar testimonio del Resucitado, con una vida honesta y honrada, concretando acciones para dar vida a nuestra amada Honduras, ante un ambiente social en el cual se ha normalizado la desconfianza, los gritos, el irrespeto, una atmosfera política cada vez más oscura, más degradada y ante una cultura de la muerte que se extiende rápidamente como una mancha de aceite en nuestro país y que no es más que el reflejo de una sociedad confundida, miedosa y frustrada producto del desmorone de los valores éticos y morales característicos de los hondureños bien nacidos.

La fe en la Resurrección nos hace sus testigos para proclamarla con audacia, firmeza y perseverancia porque a los verdaderos creyentes, nada ni nadie les puede impedir el anuncio de la resurrección de Cristo: ni las amenazas o castigos de las autoridades, ni la falta de fe de muchos, ni el menosprecio de algunos ni la vergüenza de otros de confesarse cristianos. Es preciso y necesario dar testimonio a todos de la fe que ha llegado a nosotros desde los Apóstoles, no tengamos miedo, no nos avergoncemos de ser cristianos. Cristo ha resucitado y ha sido constituido Señor de la vida: todos estamos llamados a resucitar.

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