En la Homilía dominical del 13 de agosto, en la catedral Metropolitana San Miguel Arcángel, el sexto arzobispo de Tegucigalpa, Monseñor José Vicente Nácher, expresó que hay personas que siguen exigiendo pruebas contundentes de Dios, que sople fuerte y remueva todo, en cambio el Señor elige manifestarse en la brisa suave o en la tempestad calmada.
Al igual recalcó que “Consideramos la calma y la paciencia como una debilidad, hay personas que el dialogo espiritual, el camino sinodal ni lo entienden porque no lo han practicado. A veces nos dejándonos llevar por el oleaje de este mundo, que golpea a las personas para impresionarlas y amedrentarlas. San Vicente de Paúl decía: “el bien no hace ruido, el ruido no hace bien”. Algo así debía pensar el profeta Elías, que aún en momento de persecución, sabe distinguir el paso de Dios en la brisa suave”.
Así mismo, expresó, que a veces nos dejándonos llevar por el oleaje de este mundo, que golpea a las personas para impresionarlas y amedrentarlas”.
El sexto arzobispo de Tegucigalpa igual añadió que vivimos en un mundo con mucho mensaje mucho ruido, deberíamos preguntarnos ¿Será que Dios nos habla en el silencio? Acaso ¿tenemos miedo al silencio, a esa “nada” en la que encontramos “todo”? Cómo Jesús, después del trabajo, y antes de volver a actuar, podemos revisar ¿dedicamos suficiente tiempo a la oración? O bien ¿nos sentimos tan obligados a aprovechar el tiempo, que no tenemos tiempo para orar?
Al igual explicó que la oración es ese espacio silencioso que nos enfrenta con nosotros mismos. Ruido, activismo, prisa, son características casi incuestionables de nuestro mundo. Jesús en cambio, después de alimentar a la multitud, despidió a los suyos para que “fueran a la otra orilla”, y sí tuvo tiempo para quedar solo en oración.
Jesús les dice “no tengan miedo, soy yo”. Soy yo, Jesús, el que apacigua el ruido del viento y las olas, porque yo soy su creador. Soy Dios mismo, dice Jesús con sus gestos, pero solo pueden reconocer mi poder en el mar calmado. Mientras para los hombres es más fácil alterar que calmar, para nosotros es más sencillo, amedrentar que infundir paz, para Dios todo es posible.
“No tengan miedo” de surcar los mares de la historia, nos sigue diciendo hoy Jesús. Un mensaje tan desafiante solo puede ser escuchado en el silencio orante. Porque todo inicia en la oración, todo es llevado a la oración.