Mensaje de la Iglesia en la instalación de la III Legislatura en el Congreso Nacional

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El Padre Juan Antonio Hernández, estuvo presente en la instalación de la III Legislatura en el Congreso Nacional, quien dejó un mensaje en pro del pueblo hondureño a todos los legisladores. Les compartimos el mensaje íntegro.

Buenos días Honorable Presidente Luis Redoldo, Miembros de la junta directiva. Honorables Diputados y diputadas.

Vinieron por entonces al rey dos prostitutas y se presentaron ante él. Una de las mujeres dijo: «Oyeme, mi señor. Yo y esta mujer vivíamos en una misma casa, y yo he dado a luz, estando ella conmigo en la casa. A los tres días de mi alumbramiento, también dio a luz esta mujer; estábamos juntas, no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos. El hijo de esa mujer murió una noche, porque ella se había acostado sobre él. Se levantó ella durante la noche y tomó a mi hijo de mi lado, mientras tu sierva dormía, y lo acostó en su regazo, y a su hijo muerto lo acostó en mi regazo. Cuando me levanté por la mañana para dar de mamar a mi hijo, lo hallé muerto; pero fijándome en él por la mañana vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz.» La otra mujer dijo: «No, todo lo contrario, mi hijo es el vivo y tu hijo es el muerto.» Pero la otra replicó: «No; tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo.» Y discutían delante del rey. Dijo el rey: «Esta dice: “Mi hijo es éste, el vivo, y tu hijo es el muerto.” Pero la otra dice: “No, tu hijo es el muerto, y mi hijo es el vivo.” Dijo el rey: «Traedme una espada.» Llevaron una espada ante el rey. Dijo el rey: «Partid en dos al niño vivo y dad una mitad a una y otra a la otra». La mujer de quien era el niño vivo habló al rey, porque sus entrañas se conmovieron por su hijo, y dijo: «Por favor, mi señor, que le den el niño vivo y que no le maten.» Pero la otra dijo: «No será ni para mí ni para ti: que lo partan.» Respondió el rey: «Entregad a aquélla el niño vivo y no le matéis; ella es la madre.» Todo Israel oyó el juicio que hizo el rey y reverenciaron al rey, pues vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.

Esta historia a cada uno de nosotros, y sobre todo, a cada uno de ustedes honorables diputados les sitúa ante la razón última de su ser como político, este deberá ser actuar con sabiduría para hacer justicia. Por tanto, la política deberá ser la estragia para no dividir a Honduras, hoy es nuestro niño, está en nuestras manos la posibilidad de que este país no se despedace, mucho menos repartirle según nuestras desgraciadas ambiciones, por tanto,  será necesario que nuestros deseo, últimos los que habitan en nuestro corazón esten orientados a la justicia, al bien y a la verdad.  

Son necesarias las estrategias, y más las alianzas pero ninguna de ellas debe estar concertada en función de garantizar impunidad, mucho menos corrupción. Será para ello siempre la capacidad de dialogar, sin miedo y con todos, porque quien ama a Honduras como suyo hijo, está dispuesto a despojarse de los interes, personales y le terminará importanto muy poco su partido, será capaz de despojarse de su ideología antes que mirar a Honduras hecha pedazos.

Creo que quien actúa de tal modo, puede decir para sí; por guardar ese emblema divino marcharemos¡Oh patria!a la muerte; generosa será nuestra suerte si morimos pensando en tu amor. Como muy bien entona nuestro himno Nacional.

Mi deseo profundo desde la fe que me inspira, es que cada uno de ustedes viva desde la caridad de acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, para modificar las condiciones sociales que provocan  sufrimiento. Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que ennoblece su acción política.

l Padre Nuestro

Padre Nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Amén.

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