Disfrutar el servir es un don que Dios da y para ello, escoge a esas personas que dejan sus huellas incrustadas en el corazón de quienes fueron participes de su legado y felicidad, demostrando que para ser generoso no es necesario tener un doctorado, sino que solo hay que dejarse llevar por el Espíritu Santo y hacer la obra del Todopoderoso. Es por ello que las cenizas del padre Ricardo Donahue, conocido en Olancho como “El apóstol de la educación” fueron recibidas en la comunidad de Jutiquile con inmensa alegría, ya que ese fue el deseo de este siervo de Dios.
Se recorrieron las principales calles con las cenizas, las que fueron cargadas por jóvenes. El padre Ricardo se encariñó con este pueblo en donde realizó varias obras de bien común para la comunidad, como por ejemplo muchos edificios que son utilizados para diversas actividades, entre ellos, el salón en donde realizan eventos de todo tipo y el que además, lleva su nombre.
Peregrinar
Previo a su llegada a Jutiquile, fue trasladado de institución en institución en Juticalpa, en las cuales él fue emprendedor para que estas estén generando un buen servicio a la población. Entre tanto, se desarrollaron actos en su memoria, participando varios grupos católicos quienes realizaron celebraciones y oraciones. Cabe destacar que se realizaron dos eucaristías presididas por los sacerdotes Walter Quiroz y Raimundo Osorto. Su sepelio el domingo 1 de mayo, fue el día en que las cenizas del padre Ricardo descansaron para siempre en tierras olanchanas a un costado de la Iglesia de la comunidad de Jutiquile. El padre Ricardo compartió su entrega con los discapacitados y dejó inmortalizadas frases como: “Olancho necesita tres cosas: educación, educación y educación” y la otra “Hay un mundo más grande que Olancho también ¡Viva Cristo!”.
