En el mundo actual, la sexualidad a menudo se percibe de manera superficial, enfocándose solo en su aspecto biológico. Sin embargo, en la visión de Iglesia, la sexualidad y el matrimonio tienen un significado mucho más profundo y enriquecedor. Son elementos esenciales que van más allá de lo físico, involucrando toda la esencia de la persona y dirigiéndose hacia una comunión total y significativa.
Una Expresión Integral del Amor
La sexualidad humana no es simplemente una función biológica; es una forma profunda de comunicación y de entrega mutua que implica toda la persona. Según la exhortación Familiaris Consortio, la sexualidad “afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal” y solo se realiza de manera auténticamente humana cuando es parte integral del amor conyugal, donde el hombre y la mujer se entregan completamente el uno al otro (Familiaris Consortio, 11).
Esta entrega total no es solo física sino también espiritual y emocional. Es una expresión del amor verdadero, un amor que se compromete completamente con el otro y que es fiel hasta la muerte. En este sentido, la sexualidad no puede reducirse a un simple acto físico; es una manifestación de la totalidad del ser, que incluye la dimensión del espíritu y de la voluntad. Es un don total que se expresa de manera plena en el contexto de un compromiso matrimonial basado en el amor y la fidelidad.
El Contexto Propicio para la Sexualidad Plena
El matrimonio es visto como el “único lugar” donde esta donación total de uno mismo puede realizarse de manera plena y significativa. Este sacramento no es una simple formalidad social, sino una vocación y una misión de vida. El matrimonio, como unión sacramental, no es solo un contrato entre dos personas, sino una alianza con Dios, en la que los esposos se comprometen a vivir un amor que es exclusivo, fiel y abierto a la vida (Familiaris Consortio, 11).
Dentro del matrimonio, la sexualidad se convierte en un lenguaje de amor que comunica y fortalece la unión entre los esposos. Es una expresión de la alianza de amor que refleja la relación de Cristo con su Iglesia. Este amor es fecundo y abierto a la vida, lo que significa que la sexualidad dentro del matrimonio no solo es un acto de unión entre los esposos, sino que también tiene el potencial de crear nueva vida, reflejando así el amor creador de Dios (Familiaris Consortio, 14).
Más Allá de lo Biológico
La visión de Iglesia del matrimonio y la sexualidad va más allá de los aspectos biológicos y se enfoca en la plenitud humana. Esta plenitud se alcanza cuando los esposos viven su unión de manera plena, respetando y valorando la dignidad de la persona, y cuando reconocen que la sexualidad es una expresión de un amor que se compromete totalmente. Es un camino hacia la santidad, donde la fidelidad, la entrega y la apertura a la vida se viven como valores fundamentales.
En un mundo donde la sexualidad a menudo se trivializa o se desconecta de su verdadero propósito, la enseñanza católica ofrece una visión rica y profunda que invita a las personas a descubrir el verdadero significado de su sexualidad y a vivirla de manera plena y auténtica en el contexto del matrimonio. Esta visión promueve una sexualidad que es tanto un don como una responsabilidad, orientada siempre hacia la construcción de una comunión de vida y amor que es fiel, indisoluble y abierta a la vida (Familiaris Consortio, 13).
Así, el matrimonio y la sexualidad, lejos de ser limitaciones o imposiciones, se revelan como caminos hacia la realización plena y el crecimiento en el amor, reflejando el designio amoroso de Dios para la humanidad.