Te has preguntado porque en algunas celebraciones eucarísticas, especialmente aquellas que tienen un grado de solemnidades, se utiliza incienso. Es común, ver previo a las magnas celebraciones o por pascua, que los monaguillos preparan con mucha dignidad, el turiferario o incensario, calienten los pedazos de carbón o las famosas “pastillas” hechas de este material y muelan las piedras de incienso para colocarlo en la naveta y así, tener todo listo para el inicio de la Eucaristía.

Esta preparación varía de parroquia en parroquia y hay muchas historias que se podrían contar sobre los monaguillos, pero ese es tema para otro día. Por lo pronto, para responder la interrogante planteada en el título, vamos a recurrir a una interesante publicación que hizo la página de Facebook Liturgia Papal. Lee a continuación la explicación que ofrece esta página especializada en liturgia:

El incienso es una resina que, cuando se quema, emite un olor agradable. Esta resina se toma de la savia de las plantas de la familia terebintáceas. En las Escrituras aparece el incienso varias veces con un significado de culto, honor y oración de sacrificio, además de los usos de aromatización y purificación”.

Como culto aparece en la ofrenda de los Magos al niño Jesús (Mateo 2,11). Con ese incienso, los magos adoraron al niño Jesús, es decir le dieron un uso latréutico, es decir, de instrumento de culto.

Cómo honor también aparece en los regalos de los Magos al Señor. Cada uno de los obsequios resaltan una característica: oro porque es Rey, incienso porque es Sacerdote, y mirra porque es profeta, Cristo. Aquí vemos, por lo tanto, el uso de incienso como un honor hacia lo sagrado. Por eso la Iglesia usa incienso en honor a los sacerdotes, reliquias, imágenes e incluso las personas.

Finalmente, como oración y sacrificio, aparece en el salmo 141, en donde dice “Suba a ti, Señor, mi oración como incienso en tu presencia.”, y en el Apocalipsis se menciona que vino un ángel “que se ubicó junto al altar con un incensario de oro y recibió una gran cantidad de perfumes, para ofrecerlos junto con la oración de todos los santos, sobre el altar de oro que está delante del trono. Y el humo de los perfumes, junto con las oraciones de los santos, subió desde la mano del Ángel hasta la presencia de Dios.”

El incensario es un pequeño brasero suspendido por cadenas, en la que se quema el incienso. También se le llama turíbulo.

Tiene varias partes:

1.- Base, que es el lugar en donde se depositan los carbones y el incienso, que sirve como brasero.

2.- Tapa (opérculo), que es la parte superior del cuerpo del incensario, y es lo que permite abrir y cerrarlo.

3.- Las cadenas, que son las que sostienen la base del incensario y la tapa. Normalmente son tres unidas la base y una más unida a la tapa.

4.- El disco, que es un cilindro al que llegan las tres cadenas unidas a la base.

5.- Las argollas, que son dos anillos: uno se encuentra en la parte superior del disco y uno más al final de la cadena que sale de la base.

La naveta es el complemento obligado del incensario. Consiste en una caja que contiene el incienso. Normalmente, tiene forma de nave, de ahí su nombre. Siempre va acompañado de una cuchara con la que se pone el incienso en el turíbulo.

Un acólito porta el turíbulo. A éste se le denomina turiferario. Una forma de tenerlo es poner la argolla del disco en el meñique de la mano derecha, mientras sostiene la otra argolla con el pulgar o con el índice de la mano derecha, al tiempo que coloca la mano izquierda sobre el pecho. Mientras esté humeante el incensario, el turiferario debe de estar balanceándolo.

Otro acólito puede portar la naveta. La lleva en la mano derecha, y pone la mano izquierda sobre el pecho. Si no hay posibilidad de tener dos acólitos, el mismo turiferario lleva la naveta en la mano izquierda, pegada al pecho, mientras que en la derecha lleva el incensario.

Antes de cada incensación, debe de ponerse incienso en el turíbulo. La norma general es que el celebrante principal sea quien ponga los granos de incienso, aunque en algunas ocasiones, como para incensar el Cuerpo y Sangre de Cristo en la consagración, puede hacerlo otro ministro.

Para poner el incienso debe procederse de la siguiente forma: el turiferario pasa el turíbulo a la mano izquierda y, con la mano derecha, toma la cadena unida a la tapa, y la levanta; luego, sujeta esa cadena con la mano izquierda y, con la mano derecha, toma las cuatro cadenas por la mitad y eleva el incensario a la altura del pecho del celebrante. Cuando ha hecho eso, otro acólito le acerca la naveta destapada al celebrante. El celebrante toma incienso de la naveta con la cuchara y lo deposita sobre los carbones encendidos. Luego bendice el incienso con el signo de la cruz, sin decir nada. En la forma tradicional, al inicio de la Misa se bendice diciendo: Ab illo benedicaris, in cuius honore cremáberis (Seas bendecido por Aquél en cuyo honor serás quemado). Una vez que el celebrante ha bendecido el incienso, el turiferario baja la mano derecha y suelta las cadenas; luego, se pasa el disco de la mano izquierda a la derecha.

En el caso de la liturgia episcopal hay unas variaciones. La primera es que, si se encuentra en la cátedra o en la sede, se sienta para poner incienso en el incensario, de no ser así, pone el incienso estando de pie. La segunda es que quien le presenta la naveta es el diácono, si lo hay, cuando se prepara el turíbulo fuera de la cátedra.

Si el que va a incensar es el celebrante, como ocurre en el ofertorio, el turiferario toma las cadenas por la mitad con la mano izquierda, y entrega el turíbulo al celebrante: le pone el disco en la mano derecha del celebrante y las cadenas en la mano izquierda. En caso de que el celebrante sea obispo, el turiferario le debe dar el incensario al diácono, y éste se lo entrega al obispo en la forma que hemos dicho.

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