Para una buena vivencia de los sacramentos, se necesita un reconocimiento del pecado y, por ende, la atención primordial a la penitencia que es impuesta cada vez que se acude al confesionario. El católico debe dejar de ver el sacramento de la Reconciliación como un paso para empezar a valorar la acción que se realiza cada vez que se recibe.
Totalidad
Cuando buscamos el perdón del Señor con este sacramento, debemos estar abiertos a que, por haber pecado, se nos pedirá algo para enmendar lo que nuestro mal causó, ya sea total o parcialmente, así lo afirma el padre Alberto Enamorado, párroco de la comunidad Divina Providencia de esta capital, al acotar también que “Si la penitencia no llega a cumplirse, la confesión queda incompleta, sumándole a que en otra oportunidad, debe confesar nuevamente el pecado y se añade el no haber cumplido la penitencia”.
Con penitencias que parecen sencillas y hasta las más complejas, este mandato del presbítero al confesar, debe ser visto como algo imprescindible si se buscó la reconciliación y como ya lo expresaba el padre Enamorado, incurrimos en otra falta que deberemos exponer en la próxima confesión.
Recordatorio
A pesar de que las catequesis, grupos y movimientos recuerdan los pasos para una buena confesión, el padre Alberto, quiere que esto se arraigue en el católico, por lo que sugiere “sacar una lista de todos los pecados cometidos para un buen examen de conciencia, que los pecados de verdad duelan para arrepentirse del mal cometido”. Una vez en el sacramento, no se debe obviar una falta, mucho más si se trata de no haber cumplido la penitencia anterior, por lo que habrá que decir cada uno de los pecados al sacerdote confesor, quien impondrá el acto con el que se busca resarcir el mal hecho. El presbítero Enamorado concluye mencionando que “el cumplimiento de la penitencia mitiga la pena temporal causada por los pecados cometidos”.