La Navidad, un tiempo de esperanza y alegría, puede adquirir un tinte melancólico cuando enfrentamos la ausencia de un ser querido. Como expresa el Padre Santos Pablo Vásquez, Párroco de la comunidad San Martín de Porres, “Cuando uno de los padres o hijos ha muerto, cualquier persona cambiaría todo el oro del mundo para volver a compartir con ellos una noche de navidad”. Y es que este tiempo tan especial lleva inevitablemente a recordar a quienes amamos y ya partieron.
Confusión
En estos momentos, se suele “volvernos acumuladores de malos deseos”, atrapados en el dolor, el enojo o la incomprensión. sin embargo, el Padre Alberto enamorado, Párroco de la comunidad Divina Providencia, nos invita a no dejarse dominar por esos sentimientos, sino a transformarlos en amor y esperanza. la clave está en reconocer las fallas y limitaciones “En la economía de la salvación”, asegura el presbítero, entendiendo que la vida está llamada a un encuentro eterno con Dios y nuestros seres queridos. Aunque la Navidad se enfrenta a la ausencia, también ofrece una profunda esperanza, el deseo de reencontrarse en la vida eterna. Este tiempo, más que dolor, puede ser un momento de oración y gratitud por el amor vivido. A través del recuerdo, la fe y la unión con quienes nos rodean, logramos sobrellevar la ausencia, con la certeza de que el amor trasciende la muerte.
1 Callar
A ejemplo de San José, el silencio nos permite conectar con nuestros sentimientos y recordar con amor. callar no es reprimir, sino darnos un espacio para sentir y reflexionar, sin que el ruido del mundo opaque el valor de la memoria y la ausencia.
2 Perseverar
Continuar no significa ignorar el dolor, sino atravesarlo con paciencia y respeto. Perseverar es vivir el duelo un día a la vez, permitiéndonos sentir tristeza, nostalgia y también esperanza en el proceso de sanar.
3 Escuchar
Escúchate a ti mismo, así como San José escuchó al Señor, tus emociones y lo que el corazón te quiere decir. al mismo tiempo, escucha a los demás: el consuelo muchas veces llega en las palabras, en los silencios compartidos y en la presencia amorosa de quienes nos acompañan.