La limosna nos invita a compartir con los más pobres en la actualidad

Muchas veces creemos que esta es una imposición de la Iglesia durante estos 40 días, pero al final son más los beneficios que obtenemos nosotros que los que recibe la otra persona

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Los índices de pobreza en Honduras han llegado a niveles tan altos en los últimos años que, las alarmas se han encendido tanto en las autoridades nacionales como en organismos internacionales que realizan estudios sobre la situación socio económica para las naciones. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Honduras informó en su más reciente comunicado, en el que se indica que el 73% de la población del país es pobre y que un 53% vive en situación de pobreza extrema.

Asimismo, sostiene que, de los 9,5 millones de habitantes, solamente cuatro millones conforman la fuerza laboral del país, y que, de ese total, cerca de 350 mil están desempleados y 2,5 millones están subempleados. Estas cifras podrán sonar escalofriantes, pero es en este tiempo de Cuaresma, que nosotros estamos llamados a ser parte del cambio. Se sabe que en la actualidad es difícil querer apoyar a tanta gente necesitada y como dice el viejo adagio “Una golondrina no hace verano”, pero con cada “grano de arena” que aportamos, se puede ayudar a muchos a sobrellevar su precaria situación económica. El desempleo y la inflación serán los “principales problemas económicos a enfrentar” en el 2023 por el Gobierno hondureño actual, según el director del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (IIEUNAH), Ricardo Matamoros.

Solidaridad

Ante todas estas situaciones que parecieran no tener fin, San Juan Pablo II, en su audiencia general del miércoles 28 de marzo de 1979, hablaba sobre el dar una ayuda al necesitado y refería que “La palabra limosna no la oímos hoy con gusto. Notamos en ella algo humillante. Esta palabra parece suponer un sistema social en el que reina la injusticia, la desigual distribución de bienes, un sistema que debería ser cambiado con reformas adecuadas. Y si tales reformas no se realizasen, se delinearía en el horizonte de la vida social la necesidad de cambios radicales, sobre todo en el ámbito de las relaciones entre los hombres”. Este mensaje del ahora santo, es acuerpado por el Papa Francisco y expresado en la última Jornada Mundial de los Pobres realizada en noviembre pasado, cuando manifestó que “Donde quiera que se mire, se constata cómo la violencia afecta a los indefensos y a los más débiles. ¿Cómo dar una respuesta adecuada que lleve alivio y paz a tantas personas, dejadas a merced de la incertidumbre y la precariedad?”

El Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, en una de sus más recientes homilías, se puso en sintonía con el Santo Padre al decir que “No es posible reconocer a Dios como padre de todo y fuente de nuestros bienes, y seguir acaparando los bienes egoístamente, desentendiéndose de los pueblos que tienen hambre y los hundidos en la miseria”. Además, agregó que “la vida se nos ha dado para hacer el bien y no simplemente para hacer dinero y consumir compulsivamente. El prelado indicó que el Evangelio y el mandato de Dios subraya la importancia de “la solidaridad humana para resolver problemas que parece no tener solución”.

El cardenal precisó que “sin solidaridad hay cuestiones que nunca se van a solucionar” y abogó por “globalizar la solidaridad, el amor y el compartir” y finalizó puntualizando que “Dios quiere que todos vivan y puedan alimentarse. Yo lamento que en el mundo haya hambre, injusticia, ansia de acumular bienes y guerra, y es por ello que la Cuaresma nos llama a poder ayudar al prójimo”.

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