Cuando hablamos de intercesión, que una persona, santo de la Iglesia o la misma Virgen María sea mediadora ante Dios de nuestras oraciones, ¿Por qué pedimos la intercesión de la Virgen María si el único mediador entre Dios Padre y el ser humano es Jesucristo? Desde el inicio Dios escogió a la mujer que iba dar a luz a su Hijo para dar la salvación de la humanidad de todos los pecados cometidos, se trata de María, hija de Joaquín y Ana, quien a través de su “Sí” abrió paso a que la humanidad recibiera al Salvador siendo fruto de su vientre y la obra del Espíritu Santo. Es por eso que la intercesión de la Virgen es efectiva por estos tres grandes acontecimientos: Bodas de Caná, entrega de su madre a Juan frente a la cruz y Pentecostés.
Milagro
Cuando se habla de intercesión de la Virgen María, el pasaje bíblico de las Bodas de Caná, es la evidencia por excelencia para comprenderla. San Juan en su evangelio (Jn 2, 1-12), el milagro que ocurre luego al convertir el agua en vino es como muchos que se reflejan en la vida de las personas que oran ante María, pero es Dios quien hace el milagro.
Entrega
Si seguimos profundizando en el Evangelio según San Juan, cuando Jesús se encuentra crucificado, algunas de sus últimas palabras son cuando les dice: “Mujer, ahí tienes a tu hijo… Hijo, ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 25- 27), momento clave es que el mismo Dios, siendo Jesús, da a entender que la Virgen María se vuelve madre de toda la humanidad.
Pentecostés
La oración de la Virgen María, siempre ha sido compañía para todo el que está cerca de Dios. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, ella se encontraba reunida con los discípulos de su Hijo antes de la llegada del Espíritu Santo (He 1, 14), “perseverando juntos en la oración” es decir ella acompaña a orar con todos sus hijos hasta en los tiempos actuales. En conclusión, María nunca ignora las peticiones de sus hijos ya que siempre lleva ante Dios Hijo, las oraciones como copas de oro llenas de perfumes, pasaje que nos recuerda el Apocalipsis (Ap 5, 8).
Labor incansable
El Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 970, nos dice que “La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia”.