La migración, un fenómeno constante en nuestra historia, encuentra un profundo eco en la experiencia de María, José y el Niño Jesús. Obligados a huir a Egipto para protegerse de la amenaza de Herodes, la Sagrada Familia se convierte en el ejemplo por excelencia de aquellos que deben abandonar su tierra por las injusticias de la sociedad. Hoy, como hace más de dos mil años, los migrantes enfrentan circunstancias similares: violencia, pobreza y falta de oportunidades los obligan a buscar nuevos horizontes.
Fray Trino Espinal, asesor de la Pastoral de Movilidad Humana de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, recordó el mandato bíblico de reconocer al Señor en el migrante. “La Iglesia, tomando en cuenta este llamado, nos obliga a comprometernos en la defensa de los derechos humanos de los migrantes,” declaró. Este compromiso invita a la comunidad católica a ver en cada migrante el rostro de Cristo y a unir esfuerzos para garantizar su dignidad.
Derecho
En palabras de Carlos Fonseca, laico de la Parroquia Sagrada Familia, la migración no debe ser vista con desprecio, sino como un derecho fundamental. “Nuestro padre San José y nuestra madre, la Virgen María, migraron con el Niño en brazos. Es un derecho que los líderes mundiales deben respetar, y nosotros, como cristianos, debemos ofrecer apoyo tangible, como un plato de comida o una frazada,” afirmó. En esta temporada navideña, el llamado es claro: no sucumbir al consumismo, sino recordar el verdadero significado del nacimiento de Jesús y extender la solidaridad.
Este llamado a la acción resuena fuertemente en un contexto nacional en el que la migración ha sido una constante. Según datos del Instituto Nacional de Migración (INM), durante 2023, miles de hondureños han intentado llegar a los Estados Unidos, muchos de ellos exponiendo sus vidas en condiciones precarias. Es necesario, pues, que como sociedad se tomen medidas para combatir las causas estructurales de esta problemática.
Realidad
Elsy Reyes, de Movilidad Humana del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, destacó que la mayoría de los migrantes en situación irregular son hondureños. “Esto es preocupante, no solo por las deportaciones diarias, sino también porque muchos migrantes ya establecidos en Estados Unidos enfrentan reintegraciones difíciles en su país de origen,” explicó. Además, la violencia, la pobreza y la falta de acceso a servicios básicos continúan siendo causas estructurales que alimentan los flujos migratorios.
Recientemente, las autoridades en Honduras han informado sobre un incremento en las detenciones de migrantes, muchos de los cuales provienen de áreas rurales como el occidente del país, específicamente de los departamentos de Intibucá, La Paz y Lempira. Esta situación refleja una vez más el impacto de la falta de empleo y los altos índices de criminalidad, factores que empujan a miles de hondureños a huir de sus hogares.
Fredesvinda Bajurto, también laica de la Parroquia Sagrada Familia, subrayó la importancia de abrir el corazón y las puertas a los migrantes, siguiendo el ejemplo de quienes ofrecieron posada a María y José. “Debemos ayudar en la medida de nuestras posibilidades y estar en sintonía con el Señor,” dijo.
María y José nos recuerdan que el migrante no es un extraño, sino un hermano en busca de refugio. El llamado a hacer del mundo la patria de la humanidad exige superar las fronteras del egoísmo y responder con amor al sufrimiento de los demás. En este sentido, el ejemplo de la Sagrada Familia debe inspirar no solo a los cristianos, sino a todas las personas de buena voluntad a trabajar por un mundo más justo y solidario, donde cada ser humano, sin importar su condición, encuentre un lugar seguro y digno.
Unidad
La migración también es una llamada a la acción para la Iglesia y la sociedad en general. El Papa Francisco ha insistido en que el cuidado de los migrantes es una responsabilidad moral. La Iglesia, siguiendo su ejemplo, trabaja para atender no solo las necesidades inmediatas de los migrantes, sino también para abordar las causas estructurales de la migración, como la pobreza y la violencia. En este contexto, todos somos actores claves para generar conciencia y solidaridad.
1 Conceptos
La migración forzada ocurre cuando las personas huyen por su vida debido a la persecución, el conflicto o la represión. Como cristianos, debemos recordar que cada ser humano merece vivir con dignidad, reflejando el amor de Cristo.
2 Peticiones
Honduras es una de las naciones con más solicitudes de asilo. Muchos migrantes, como el pueblo de Israel en su éxodo, buscan un futuro mejor. Como Iglesia, debemos ser testigos de solidaridad y brindar apoyo en su camino.
3 Obligados
La migración surge cuando las personas sienten que sus derechos y seguridad están amenazados. Jesús nos enseñó a proteger al débil, a dar refugio al necesitado. En su nombre, debemos acoger y ayudar a aquellos que huyen de la injusticia y el dolor.
2 Dignidad
Desde la Iglesia se debe defender la dignidad de cada migrante, que, al igual que nosotros, busca una vida mejor. Jesús, nacido en un pesebre, nos llama a hacer del mundo una patria común para todos, sin importar su origen y ofrecerles un espacio de dignidad, respeto y amor.
3 Esperanza
A pesar de las adversidades que enfrentan, los migrantes pueden encontrar consuelo en la fe, sabiendo que Dios está con ellos en cada paso de su travesía. Como comunidad católica, tenemos la responsabilidad de ser ese faro de luz y esperanza, acompañando a nuestros hermanos migrantes con acciones concretas de solidaridad y apoyo, para que no pierdan la esperanza en un futuro mejor.