El recorrido de Cristo desde el pretorio de Pilato hasta el Calvario es el recuerdo de la oportunidad que el Hijo del Padre dio a su pueblo para contemplar la salvación desde su muerte y resurrección. Este es el sendero vivido desde la experiencia y pasión de Jesucristo, sin embargo, un nuevo camino se abre en instancias de guerra; un nuevo Vía Crucis que se vive en carne propia de la mano de los habitantes de Rusia y Ucrania.
Órdenes
En la guerra, como nueva “vía dolorosa”, sufren por igual los soldados y los civiles. El militar, que está en primera línea, es regido por una mano superior que le dicta los lineamientos a seguir, como un flagelo de órdenes que debe cumplir dejando su lado humano atrás por obligación. Asimismo, sufren las personas comunes, afectadas por el azote de las armas que se sienten como estaciones y caídas que llevan al Gólgota para la crucifixión.
“Las guerras son ese momento en el que ser humano sufre de incertidumbre”, nos indica el sacerdote Ricardo Sevilla Chiang, párroco de la comunidad San José Obrero, haciéndonos caer en cuenta que este tipo de disputas, son una calamidad que contrasta con el proyecto de Dios. Por su parte, el sociólogo Pablo Carías, señaló que “Esta es la cruz más pesada que están cargando los pueblos involucrados en la guerra” y al mismo tiempo añade que, “la resolución para acabar con este problema de raíz nos corresponde a todos”.
Así como el Vía Crucis, desde tiempos inmemorables, la guerra deja marcas en la historia de la humanidad. Diego Laínez, feligrés de la parroquia Santo Domingo Savio, nos plantea “¿Qué pasaría si a nosotros nos pasará esa realidad?” Él mismo se responde la pregunta invitándonos a meditar en esta Semana Santa por el cese de la guerra.