La fe, según el Catecismo de la Iglesia Católica, es una virtud teologal y se basa en la obra y enseñanzas de Jesús de Nazaret. En lugar de ser pasiva, la fe conduce una vida activa alineada con los ideales y ejemplo de vida de Jesús. Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Desde la Sagrada Escritura, el apóstol Pablo enseñó que “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” según lo descrito en la carta a los Hebreos 11, 1, es decir, cuando nos esforzamos por alcanzar una meta digna, estamos ejerciendo la fe, porque demostramos nuestra esperanza en algo que aún no podemos ver.
La fe consiste en ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Este podría ser un ejemplo fácil para enseñar a las personas que no alcanzan a comprender este concepto tan amplio, es decir, que nosotros oramos y nos entregamos a Dios sirviendo a los demás, solo esperando la bendición del Padre y la satisfacción de que hemos hecho el bien sin esperar una remuneración.
Muchas personas utilizan la palabra fe para poder acomodarla a sus necesidades personales, como cuando se dice “Yo tengo fe que me voy a sacar la lotería” o también “Voy a orar con fe para que mi equipo deportivo gane la copa”. Estas podrían ser expresiones banales que solo nos lleven a pensar en nuestra felicidad que se vuelve momentánea, pero que al final no nos llena.
Debemos comprender la fe como algo que nos llena siempre en todo momento, con la certeza de que al final de nuestra vida terrena, si nos hemos comportado como nos manda Dios, podremos alcanzar estar con el Padre Celestial.