Antes del año 1875 en la ciudad de Juticalpa, la medición del tiempo era rudimentaria y complicada, solamente unas pocas personas contaban con relojes de sala o de bolsillo. Fue un 8 de diciembre de ese mismo año que la familia conformada por el español Don Juan Vilardebó y Moret y Doña Irene Güell, importaron desde Inglaterra y donaron a la ciudad, el gran reloj que aún hoy luce con todo fulgor en una de las torres de la Catedral en honor a la Inmaculada Concepción de María. Ellos procuraron, bajo sentencia escrita, que ninguna autoridad le diera un uso distinto del que sus donantes destinaron, so pena, de retornar la propiedad del mismo, a la familia Vilardebó-Güell o sus descendientes.
Mantenimiento
Mantenimiento Sobresaliente y admirable es la dedicación de la familia Olivera, quienes desde la década de los sesenta del siglo XX, bajo el auspicio del Alcalde Rubén Muñoz, han sido los encargados de brindarle el debido mantenimiento y funcionalidad necesaria para que los juticalpenses puedan apreciarlo. Esta dedicación pasa por las manos de don Juan Oswaldo Olivera Quintanilla, más conocido como “Juancito”, quien es quien desempeña con fe, responsabilidad y amor esta hermosa función.