En nuestro país y en el mundo, todos los años, durante todo el mes de septiembre se realizan infinidades de actos y eventos religiosos, dedicados a la Biblia, cuya traducción fue encomendada a San Jerónimo, un entregado estudioso y traductor de la Santa Escritura, quien nació en Dalmacia de la antigua Roma, cerca del año 340 y que desde muy joven estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato Elio, considerado el gramatics urbis Romae (gramático latino de Roma).
La traducción de la Biblia por San Jerónimo al griego, hebreo y latín, a finales del siglo IV, por encargo del Papa Dámaso, recibió el nombre de Vulgata, (Vg), es decir (traducción divulgada o difundida entre pueblos), se mantuvo hasta su revisión en los años 1965-1978, por una comisión pontificia cuya intención fue la de ponerla acorde con el sentido de los textos bíblicos originales.
Podemos decir entonces, que gracias a este impresionante e importante aporte de San Jerónimo, quien murió en Belén el 30 de septiembre del año 420 a sus 80 años, la Biblia es la escritura más completa que recoge la palabra de Dios, a través de mensajes, epístolas, profecías, proverbios, testimonios, salmos, reflexiones, y demás; considerada hoy una fuente literaria irremplazable de la religión Cristiana Católica, conformada por 73 libros (46 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento), que al paso de los tiempos ha sido escrita por más de 40 autores diferentes, desde el año 1500 A.C. hasta el año 100 D.C.; en tres continentes y en tres idiomas: Hebreo, Arameo y Griego. Y en la actualidad traducida en muchos otros idiomas en todo el mundo.
La Biblia entonces, es una hermosa modalidad mediante la cual la Palabra de Dios ha llegado y se ha quedado con nosotros. Teniendo claro lo anterior, acercarnos a la Biblia, significa asomarnos a la profundidad de Dios y de cada uno de nosotros mismos, para hacernos sensibles a la Palabra de Vida que nos orienta y da sentido en cada momento de nuestra existencia, a nivel personal y comunitario. En el año del Jubileo de la Esperanza (2025), la Sagrada Escritura adquiere una relevancia mayor, pues al leerla descubrimos textos que nos aseguran que Dios tiene planes de bienestar y un futuro con esperanza, como en Jeremías 29,11 y versículos que animan a confiar en Él, en tiempos difíciles, como el Salmo 27,14. Se puede obtener esperanza de la fe en las promesas de Dios, de la fuerza que Él, brinda en medio de la adversidad y de la confianza en un futuro pleno y seguro en Él, en un tiempo en que hemos perdido la virtud de esperar, en que damos golpecitos con el pie en el microondas, luchamos contra la furia al volante en el tráfico y nos irritamos si nuestro teléfono no descarga datos a la velocidad del rayo.