El Adviento es un tiempo litúrgico que nos prepara para la venida del Salvador y que está inminentemente marcado por la esperanza de que Dios se hizo hombre para quedarse con nosotros. La liturgia del tercer domingo de este tiempo inicia con las palabras de San Pablo a los Filipenses: “Estén siempre alegres en el Señor; se los repito, estén siempre alegres y den a todos muestras de un espíritu muy abierto. El Señor está cerca. No se inquieten por nada”. Aquí es donde cabe la pregunta que incluso puede sonar algo irónico, ¿Podemos estar alegres en medio de la desesperanza, tristeza e injusticia que vivimos en nuestro país?
El padre César Muñoz, párroco de la Santísima Trinidad, cita algunas palabras del Papa Francisco quien expresa: “Debemos estar atentos a los movimientos del Espíritu Santo, si estamos en tiempo de consolación caminamos con gran esperanza y cuándo estamos en desolación la tarea es mantenernos fieles pidiendo la gracia para perseverar a pesar de que en estos momentos no sentimos el impulso de la gracia de Dios”. Y es que la alegría es un fruto del Espíritu que está fundamentada en la circunstancia que rodean la vida ni en los bienes materiales que lleguemos a poseer, ni en el bienestar que puedo experimentar, sino que está cimentada, fundamentada en nuestra relación con el verdadero Dios.
Fruto
La alegría que estamos llamados a vivir no es solo la que podemos experimentar terrenalmente, tampoco es una utopía religiosa que pretende esconder la realidad que se vive, se trata de un gozo sobrenatural, tranquilidad divina que se vuelve optimista en medio de la adversidad y que, a través de los ojos de Dios lee y disfruta la vida. Toda esta experiencia de alegría en medio de la adversidad dependerá completamente de nuestra relación con Dios y esto se logra a través de la oración, lectura de la Palabra y la vida sacramental, todo ello nos llevará a la posibilidad de dar frutos en nuestra vida espiritual.
Realidad
Ciertamente los problemas e injusticias que vivimos en nuestro país nos duelen, pero ello no nos debe de robar la paz interior; debemos honrar la alegría de este hermoso tiempo del Adviento donde nos mantenemos expectantes por el nacimiento de nuestro Señor y Salvador. Esta realidad que no puede obviar, debe enfrentarse con actitudes cristianas, en primer lugar, estamos invitados a orar de manera incansable para que haya paz, equidad, justicia y en segundo lugar, nosotros como buenos cristianos y honrados ciudadanos contribuir desde el ámbito donde se desarrolla nuestra vida diaria en la familia, vecindario y trabajo para hacer de Honduras un mejor país.
El diácono Jony Murillo comparte que el Adviento y la alegría son dos realidades que no están divorciadas, al contrario, una enriquece a la otra porque no puede haber Adviento sin alegría ni esperanza por la ilusión de que el Niño Dios está por nacer. En nuestro país, preparar el corazón debería ser tarea de todos porque si tenemos a Dios en nuestro corazón no podrán existir las injusticias, ni la división solo la alegría por sabernos amados por nuestro creador.
¡Alégrense siempre en el Señor! Guadete in Domino Semper
El tercer domingo de Adviento, también llamado Gaudete, la liturgia nos acerca cada vez más a la llegada de Nuestro Señor Jesucristo. Durante este día, los sacerdotes se revisten de color rosa y la tercera vela de la corona de Adviento es del mismo color, haciendo alusión a la alegría especial que sentimos al reconocer que el Señor Jesús está cerca y que pronto nacerá en nuestras casas y nuestros corazones. El término gaudete proviene de la antífona de la Misa en latín, la cual reza: “Gaudete in Domino Semper: iterum dico, gaudete”. Esta oración dice en español: “Alegraos siempre en el Señor; vuelvo a insistir: alegraos”. De los cuatro domingos correspondientes al tiempo de Adviento, se estima que el Domingo Gaudete es el más importante e imponente, debido a que la Iglesia ya no invita a la feligresía meramente a la adoración de un Señor que “está por venir”.