La alegría de la vocación debe de ser una luz en nuestras vidas

Por: Padre Renán Carillo: El mes de julio es dedicado a orar por aquellos que han determinado entregar su vida para el servicio a Dios y los demás

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Toda vida humana es fruto del Amor de Dios, por lo que debe de ser protegida desde su concepción hasta su muerte natural; sin embargo, existe otra razón para salvaguardar esta existencia: cada una de ellas tiene una misión específica que el Creador le ha asignado para servirle en sus hermanos y ayudarle en la construcción de un mundo mejor, por lo que es preciso que cada uno tome consciencia de tener una vocación.

Si bien, el primer llamado del ser humano es a la vida y luego a recibir las aguas bautismales para convertirse en hijo de Dios por adopción y miembro de la Iglesia, existen vocaciones específicas para realizar la propia vida y ser un signo de la presencia divina en el mundo. Ninguna vocación es más importante que otra, sino que todas ellas se complementan en la construcción del Reino de Dios, siendo los miembros distintos que forman un solo cuerpo.

Por lo anterior, no es extraño que los señores obispos aprovechen el sacramento de la Confirmación para motivar a los jóvenes a descubrir la voluntad de Dios en sus vidas; el discernimiento vocacional debe ser una prioridad en todas las acciones pastorales, porque así se logrará evitar que muchas personas se frustren al no haber descubierto a tiempo que tenían un carisma específico, sino que lo identifican cuando ya han realizado otra opción y no hay manera de revertirlo.

Y es que, responder al llamado del Señor, es algo que llena de alegría; además, es signo de la generosidad de quien ha escuchado la invitación y de la misericordia divina, que le ha llamado a pesar de sus limitaciones, inmadurez, inexperiencia y falta de conocimiento. Debe quedar claro que en un proceso de discernimiento, puede llegarse a comprender que la opción inicial no era realmente lo que Dios quería para esa persona, sin embargo, esto también es fuente de alegría, porque sabe que así no será infeliz con un servicio forzado y le motivará a buscar un carisma que realmente se enmarque en los designios divinos. Quien no se encuentra feliz en el estilo de vida por el que ha optado, puede asegurar que en el fondo no es su vocación.

La vocación es un auténtico misterio que nace en el corazón de Dios, por lo tanto, no siempre es posible dar una respuesta “aterrizada” ante la pregunta “¿Por qué deseas optar por esta forma de vida?”, aunque esto no impide que se realice en signos visibles y concretos, como la entrega incondicional de la vida al servicio que Dios haya solicitado y la alegría que el vocacionado irradia por hacer lo que realmente le gusta. En lugar de sentirse triste por no poder alcanzar un estilo de vida al que no se ha recibido el llamado, se debe vivir al máximo aquella misión que el Todopoderoso le ha confiado y de la que dará cuentas al momento de llegar a su presencia. ¡Dios bendiga a su Iglesia con santas vocaciones en la variedad de carismas inspirados por el único Espíritu!

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