En el tiempo litúrgico de la Cuaresma, se recomienda realizar la práctica ascética de ayuno que tiene como fin el “morir a sí mismo” para dirigirse hacia lo esencial que es Dios. Fray Jorge Barillas Rodríguez, Franciscano Conventual, explica que “El ayuno se refiere a aquella expresión penitencial del creyente en la que se dispone a renunciar de los alimentos corporales para disponer el corazón para el hambre espiritual”.
Además, Fray Jorge expone que el ayuno corporal tiene tres formas que ponen en evidencia la importancia de fortalecer el alma por medio de la disciplina espiritual. La primera es que no solo el cuerpo debe ser alimentado, sino el alma por medio de la Palabra de Dios y los sacramentos; la segunda es que el ayuno también es un signo de arrepentimiento de los pecados y la tercera es que se ay una por caridad al prójimo.
Diferencias
Es importante resaltar que, aunque en este tiempo se practica el ayuno y la abstinencia, se trata de dos gestos diferentes y una no sustituye a la otra, pero ambas son necesarias. El ayuno es para alimentar el alma y la abstinencia para educar el espíritu. Las dos deben de ir acompañadas siempre por la oración y limosna. El ayuno consiste en realizar solamente una comida fuerte durante el día y lo que se coma en la mañana y en la noche, no debe ser igual en cantidades a un tiempo regular de comida.
Lo que dice la Iglesia sobre el ayuno
El Código de Derecho Canónico en el numeral 1249 afirma que “Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen”.