Honduras es una tierra de fe que necesita evangelización

Desde aquel primer momento que se predicó sobre Jesucristo en estas tierras, el impulso por anunciar los valores del Reino sigue siendo una de las necesidades prioritarias de la Iglesia Católica en el país

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Las costas de Trujillo tuvieron el privilegio de presenciar el milagro más sublime que todo católico puede disfrutar, la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana. Y es que hace más de 500 años, se conmemoró la primera Misa en tierra firme del nuevo continente que estaban descubriendo los españoles. En el marco de la fiesta de San Juan Bautista, patrón de esta región costeña, es importante preguntarse ¿Cuáles son los frutos que se han dado en la Iglesia hondureña desde aquella primera celebración eucarística?

Nacimiento

Según un artículo de la escritora Marcela Martín, el nacimiento de la Iglesia hondureña tuvo el mismo desorden que la época. No existía una Iglesia constituida, sino clérigos, algunos de ellos con unas características de aventureros que acompañaban a los españoles y eventualmente predicaban a los nativos. Muchos obispos estuvieron sirviendo en el territorio, algunos fueron nombrados, pero no llegaron al país y otros tuvieron un papel fundamental.

Frutos

Uno de los frutos más evidentes, es el crecimiento de la Iglesia como tal. Aunque en aquel sitio donde se celebró por primera vez la Santa Misa, también se fundó la primera sede episcopal de toda Honduras y Centroamérica, no fue el epicentro de la fe cristiana de ese momento, pero si marcó el camino para que se fuera consolidando en el territorio. Con la creación de la Provincia Eclesiástica del país, fue madurando la Iglesia y el trabajo pastoral que se realiza. Actualmente existen 12 diócesis y varias de ellas regidas por obispos hondureños. Es predominante el clero local y se vive una gran religiosidad en la mayor parte de la población.

La Iglesia es abanderada en la defensa de los Derechos Humanos, está al pie de batalla por todas aquellas causas en favor de la justicia, tal es el caso de las Diócesis de Trujillo, La Ceiba y Juticalpa que están al frente de la lucha contra la minería en el país. La Diócesis de Trujillo nació en 1987 desprendiéndose de San Pedro Sula. Ha tenido dos obispos y es uno de los lugares que más urge de misión en el país.

Misión

Aquella primera Misa significó el inicio de la evangelización en esta tierra de fe. Posee una riqueza cultural, con la presencia de pueblos originarios, como ser los Misquitos, Garífunas y Pech, que han recibido la fe y se han inculturizado sin perder su esencia. A nivel internacional, este territorio es visitado por diversas misiones, por ejemplo, Trujillo está hermanada con la Parroquia Cristo Rey de la Diócesis de Arkansas en Estados Unidos, que mantiene enlaces sirviendo, ayudando y aprendiendo uno del otro.

Obispo

El actual Obispo de Trujillo es el misionero vicentino Monseñor Luis Solé Fa. Nació en Tarragona, España el 23 de julio de 1946. Fue ordenado sacerdote en su comunidad el 29 de diciembre de 1973. Siendo un joven presbítero vino a Honduras para realizar un año de experiencia, sin embargo, para él fue donde encontró ese deseo de seguir su misión en tierra catracha. Compartió en San Pedro Sula, Puerto Cortés y La Mosquitia. En el 2005 fue consagrado Obispo Titular de la Diócesis de Trujillo, en la festividad de San Pedro y San Pablo el 29 de junio.

1 Ecología

Una de las principales luchas que existe en este territorio diocesano es la defensa de la ecología, en sintonía con el cuidado de la Casa Común. La defensa de la vida, del agua y en contra de la minería son pilares fundamentales en esta lucha.

2 Derechos

Humanos Junto al cuidado de la creación, es de vital importancia para la Iglesia que peregrina en este territorio, la defensa de los Derechos Humanos, especialmente por la gran cantidad de víctimas y sobre todo de mártires que esta tierra ha engendrado.

3 Narcotráfico

Uno de los grandes flagelos que sufre este pueblo es el narcotráfico que impera en la zona. Junto a esto, la violencia es otra de las crisis con las que le toca lidiar a la Iglesia, porque las principales víctimas son los jóvenes, el futuro de la sociedad.

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