El incremento de la violencia en Honduras parece estar fomentando una cultura de la muerte que poco a poco se está instaurando en el país, esa ha sido una de las principales denuncias que ha hecho constantemente el Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, quien nos invita a luchar por instaurar la paz. “Siempre el Señor espera algo mejor de nosotros, dejemos el odio, allí no puede estar Dios, ya que Él es el Dios de la vida. Todo aquel que procura la muerte no es de Dios” dijo.
Realidad
Varios departamentos en el país reportan un gran incremento de las muertes violentas, por lo que las autoridades han determinado diversas acciones, una de ellas el Estado de Excepción y desarme general en el departamento de Colón y sus alrededores. Mario Coto, coordinador de la unidad de Cultura de Paz en Cáritas Honduras, opina que “En los meses que va del 2022, la tasa de homicidios ha aumentado en un 3.2%”. Rolando Sierra, director de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLASCO) Honduras, establece que la violencia se ha vuelto un problema estructural, porque son múltiples los factores que la generan y además, son diversos tipos de violencia que existen en el país.
“Sin duda, el incremento de la violencia se debe fundamentalmente a la existencia del crimen organizado y del narcotráfico en el país y, sobre todo, con los movimientos que ha habido en los últimos meses” detalló. Entre tanto, el representante de Cáritas recuerda que “Sabemos que las causas y factores de la violencia, vienen implícitos desde el tema de la desintegración familiar, la falta de oportunidades, pero también de espacios de recreación, todo esto viene abonando a la situación que vivimos día a día en nuestro país”. Para profundizar en esta realidad, el presbítero Bernardino Lazo, sostiene que, “De fondo se tiene que atacar aquellos pecados sociales que son como la causa principal de esto, por ejemplo, la injusticia, la inequidad y la corrupción”.
Llamado
Estas acciones, que fomentan la violencia, son contrarias al Evangelio promulga el padre Juan Ángel López, párroco de la comunidad Sagrado Corazón de Jesús. “No se construye una sociedad mucho menos una familia, con el odio, el rencor, la muerte y la violencia, al contrario, se construye con respeto, al saber dialogar y escuchar” afirmó. También recalcó que tenemos que trabajar muchísimo en las familias y hace un llamado a las autoridades para que “sean conscientes que lo que refrenda el camino que necesita el país, son las acciones y el ejemplo, no los discursos, ni las palabras, mucho menos firmar algunas cositas”, enfatizó.
El sociólogo Armando Orellana, añade sobre esta situación que, “Para construir una cultura de paz, se necesita que prevalezca la verdad, la comunicación horizontal y el perdón, que primero pasa por el reconocimiento de los errores cometidos”. Eduardo Ramos, integrante del Instituto Hondureño de Doctrina Social de la Iglesia (IHDOSOC), aporta que “En este tiempo de Pascua estamos llamados a Resucitar todos, dando el valor que merece la vida y la dignidad de la persona humana, situando en el centro de lo cotidiano y sociedad la vida como el regalo de Dios, recuperar la tolerancia, respeto y el amor al prójimo, donde el otro es Cristo”. San Pablo lo recuerda en las escrituras, hay que vencer el mal, a fuerza de bien.
1 Respeto a la vida
La Constitución Pastoral Gaudium Et Spes señala que “El respeto a la persona humana supone cumplir este principio: Que cada uno, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente”.
2 Justicia social
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma en el numeral 1929 que “La justicia social solo puede ser conseguida sobre la base del respeto de la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada al hombre”.
3 Cultura de la vida
Toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte, es sagrada, pues la persona humana ha sido amada por sí misma a imagen y semejanza del Dios vivo y santo y causar la muerte a un ser humano es gravemente contrario a la dignidad de la persona.