Homilía del señor Cardenal para el I domingo del tiempo de Cuaresma

“Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo” (Mt 4, 1-11)

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El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús que después del Bautismo es empujado por el Espíritu al desierto. Es conmovedor contemplar a Jesús en el desierto sometido a la crisis, a la oscuridad, a la angustia, y a la vez, a la escucha de lo que el Padre quiere de Él… Tal vez, en ese tiempo de discernimiento, Jesús se preguntaría: ¿Cómo voy a vivir a partir de ahora mi misión liberadora? Es ahí donde aparecen las tentaciones. Las tentaciones de Jesús son las tentaciones de todo ser humano. Son las tentaciones del tener, del placer sin reglas morales y del poder. Son las tres esclavitudes capitales y son también experiencias humanas universales. Jesús vivió nuestra condición humana tal como es, con sus límites, carencias, tendencias, pero las vivió filialmente, es decir, en docilidad al Padre.

Jesús no es un “superman”, eso falsearía su condición humana y el misterio de la encarnación. El evangelista nos dice que Jesús, “después de ayunar los cuarenta días con sus noches, sintió hambre”. Este detalle del ayuno es interesante ya que pone de relieve que Jesús, físicamente exhausto, tiene la fuerza para vencer al “diablo” y lo vence con la fuerza del Espíritu. El “diablo” le ofrece caminos engañosos y seductores: pretende desviarlo de su camino de fidelidad al Padre, de su ser de hijo del Padre, de hijo amado del Padre. La primera tentación es: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

El “diablo” lo invita a dar una orden. “Di que estas piedras se conviertan en pan”. Propone a Jesús que ponga sus fuerzas de Hijo de Dios para satisfacer su hambre, que utilice a Dios en su propio beneficio. No es solo la tentación del tener, del consumo, del materialismo, sino de querer manipular a Dios. Jesús sabe que la solución del “diablo”, resulta perversa: abandona a los hombres en manos de su lucha por el pan, les encierra en su necesidad económica, para que ellos vendan así su dignidad, por alimento o por dinero. Por eso, Jesús responde: “No solo de pan vive el hombre”. Jesús es categórico. Corta por lo sano.

No se entretiene: “no solo de pan vive el hombre”. Ciertamente necesitamos algo más que el pan, aunque sea necesario. Necesitamos el sentido de la vida y la esperanza que nos hace vivir. No podemos reducir nuestra vida humana a lo económico, a lo material. El ser humano es algo más, se sobrepasa a sí mismo, lleva un anhelo de vida en su corazón. Necesitamos escuchar la Palabra que nos hace vivir ¿Quién se toma tiempo para escuchar esa Palabra de Vida? En la segunda tentación el diablo lleva a Jesús al alero del templo: “Tírate abajo porque está escrito: a sus ángeles ha dado órdenes para que cuiden de ti”.

Es la tentación del triunfalismo y del éxito por encima de todo. Es la tentación de la teatralidad, del espectáculo y de la ostentación. Como si le dijera: “Gana prestigio para que la gente crea en ti.” Cualquiera que quiera tener éxito necesita una buena campaña de imagen. Por eso, todos los políticos y los directores de empresas necesitan asesor de imagen. La respuesta de Jesús es contundente: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Es una respuesta llena de sabiduría, que corta de manera radical con la tentación de dejarse llevar por el afán de protagonismo, por la necesidad de ser importante, por la búsqueda de lo prestigioso, el deseo de deslumbrar a la gente… Lo suyo será la fidelidad al Padre vivida hasta el final.

La tercera tentación es la más grave: “Mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor, le dijo: todo esto te daré si te postras y me adoras”. Al ver que Jesús ha rechazado el manipular a Dios, que ha rechazado también la gloria, ahora le propone el poder absoluto, ya en plan descarado, sin rodeos, sin limitaciones. Es la tentación de la ambición del poder, tan enraizada en el ser humano.

Se trata de un mesianismo político para dominarlo todo. Jesús rechaza radicalmente la tentación de la ambición del poder: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo darás culto”. Lo más sorprendente de esta tentación es descubrir que la ambición del poder no pertenece a Dios, sino al “diablo”, y que, por tanto, “ese poder”, no sirve para extender y para construir el Reino de Dios, sino para todo lo contrario… Quiere decir que no hay que hacerse “ídolos” y centrar nuestra vida en Dios. Cuando “el tentador” abandona la escena, “se le acercan los ángeles y le sirven”. Esta expresión, pone de relieve la certeza del amor de Dios, de su cercanía, eso significa que se le acercan los ángeles y le sirven”.

Sí, Jesús experimentó, como nosotros, la fuerza de la tentación, (sintió el miedo, la inseguridad, la seducción del prestigio y del poder…). Pero Jesús, eligió el camino de la docilidad total al Padre y nos ha abierto a nosotros el camino de la esperanza. Él, Jesús, venciendo el mal nos muestra el camino de la liberación más profunda. ¿Cuáles son mis tentaciones que me esclavizan? ¿Quién podrá liberarme de tantas fragilidades que me dominan? Jesús, que las ha vencido. Y nosotros, apoyados en Él y con la fuerza de su Espíritu también podemos vencerlas. “Conviértenos a ti hoy de todo corazón y danos la fuerza para vencer nuestras tentaciones”.

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