Homilía del señor Arzobispo para la Misa de Navidad

“Se ha cumplido el tiempo de la redención” (Lc 2, 1-14)

0
714

Se ha cumplido el tiempo, ha llegado la Navidad. La familia de Jesús, María y José nos la han traído. Sus invitados, los pastorcitos de Belén, nos lo han contado. La Navidad, aún para los no creyentes, es motivo de consuelo e ilusión, porque en ella se manifiesta “el esperado de los tiempos”. Y los que “pasaban la noche a la intemperie” son envueltos en el resplandor de la gloria de Dios. Es decir, los que sufren la “intemperie” de la soledad o la pobreza quedan sobrecogidos por la gran noticia de la Navidad: ha nacido el Salvador. Y ante esta noticia feliz pero sorprendente, en la noche, los ángeles nos dicen: “no tengan miedo”. No tengan miedo de abrir su corazón al amor, porque se ha hecho visible la bondad de Dios.  El nacimiento de Jesús, su natividad, es motivo de alegría profunda para cada persona, para cada familia, para todo el pueblo. Porque como dice San Pablo, el Salvador nos enseña a renunciar a la impiedad y las pasiones desordenadas de este mundo. Si Jesús decide compartir nuestra humanidad, con nuestras limitaciones y necesidades, es para que ya desde ahora vivamos de una manera sobria, recta y fiel a Dios. Porque Él vive por nosotros, con nosotros y como nosotros. El ambiente navideño ha entrado en nuestras casas, y pidamos que también algo de su espíritu haya entrado en nuestro hogar. Llenos de su Espíritu, no tengamos miedo de llamar a estos días por su nombre: Navidad, nacimiento de Jesús. No dejemos de mirar al pesebre de Belén, convertido en altar. No dudemos de celebrar a Jesús, porque sin Él no hay Navidad. Envuelto en pañales de fragilidad y pobreza y puesto en un pesebre, un hombre como nosotros que se encarna por nosotros. Que, en esta eucaristía, al mirar al altar, el Señor nos conceda ver el pesebre de Belén. Admirados ante el pesebre, sepamos postrarnos ante el altar de la Eucaristía, donde nos espera “envuelto” en un poco de pan y el vino. Tantos compromisos estos días que pareciera que nos falta tiempo para ir a Misa. Vayamos a la capilla como aquellos pastores corrieron a la cueva de Belén, y saldremos glorificando al Señor, llenos de la paz que Él da a los que ama. San Lucas se esfuerza en describirnos con detalle el tiempo y el lugar dónde nace Jesús para que no pensemos en Él como una idea o un precepto, sino como una persona concreta. Con Él hay un antes y un después, mejor dicho, en Jesús amanece el día sin ocaso, porque se ha cumplido la promesa: la eternidad se ha encarnado en el tiempo y lo ha redimido.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí