En estas palabras está concentrado el núcleo del Evangelio: “Tú eres mi Hijo, el amado, mi predilecto”. Estas palabras no son solo dirigidas a Jesús sino también a todo ser humano, a cada uno de nosotros. “En un Bautismo general, Jesús se bautizó”. Hoy contemplamos a Jesús en el río Jordán, en medio de una multitud de pecadores. Jesús se hace solidario de las esperanzas y necesidades de quienes aguardan una novedad y se pone en las filas de quienes buscan un cambio.
Como un penitente más, Él que es la novedad de Dios asume la condición humana en la apariencia del pecador y se hace silenciosamente solidario de la necesidad de cambio de una humanidad distorsionada por el pecado. “En la cola pecadores” enseña el amor solidario. Jesús solidario con los sufrimientos, las cegueras, las esclavitudes y las heridas de todos. Jesús se sumerge en nuestro límite, en el interior de nuestra fragilidad de seres humanos. Este gesto no pudo ser inventado por las primeras comunidades cristianas. Es un hecho histórico que Jesús fue al Jordán a bautizarse.
“Mientras oraba se abrió el cielo”… El Evangelio de Lucas subraya la actitud orante de Jesús, su estar en oración, con el Dios vivo. En efecto, es en esa actitud de comunión con Dios cuando se abre el cielo. ¿Qué quiere decir “se abrió el cielo”? “Se abrió el cielo” quiere decir que, en Jesús, el cielo queda abierto, el cielo que en la mentalidad judía es el “lugar de la morada de Dios”, irrumpe en el Hombre Jesús y el Espíritu se posa sobre Él. “Bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma y vino una voz del cielo”.
El soplo de Dios, su aliento, su Espíritu, se posa suavemente sobre Jesús y todo un Dios declara su amor a su criatura. Como “una paloma”, como una paloma que busca su nido, así todo el amor de Dios se remansa en el corazón de Jesús, en el hombre Jesús, “y vino una voz del cielo”. ¿Qué dice esa voz del cielo? “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Esa profunda experiencia, ¿Quién la puede explicar? Jesús sentía toda la presencia del Padre envolviéndole… Oía en su interior la palabra que el Padre le repetía desde siempre: “Tú eres mi Hijo, el amado”. Tú eres todo mi amor. Eres toda mi alegría. En adelante, Jesús no invocará a Dios con otro nombre más que con el nombre de “Abba” (Padre querido).
Jesús hace la experiencia de que Dios es amor, solo amor… Jesús experimenta todo este amor del Padre y no podía sino responder en una relación filial: “Tú eres mi Padre, yo te amo, aquí me tienes”. Aquí está el secreto de Jesús: el sentirse totalmente amado y desde ese amor no puede más que amarnos a todos, sin excepción, con un amor infinito. A partir de ahora, Jesús comienza una etapa nueva en su vida y en su misión salvadora. A partir de esa experiencia Jesús cura a los enfermos, toca a los leprosos, levanta a los paralíticos, defiende a los pobres y acoge en su mesa a los pecadores y prostitutas.
Jesús, se convierte en la expresión histórica de ese amor de Dios a todo ser humano. Esta experiencia humana de sentirnos amados, como Jesús es la única que puede dar un sentido nuevo a nuestra vida. Como describe el H. Roger: “Ahí está el sentido de tu vida: ser amado para siempre”. Mientras no escuchemos, como Jesús, esta voz interior que nos asegura que somos amados, no podemos vivir con sentido. Mientras no hagamos la experiencia interior de sentirnos verdaderamente amados permaneceremos en una inseguridad permanente. ¿Hemos tenido la experiencia de ser amados por nuestros padres, amigos, alguien?
El Amor de Dios está en el inicio, nos precede, nos da la vida, incluso cuando hemos sido heridos ¿Existe alguien que me ame totalmente tal como soy y en lo que vivo? Nadie puede vivir de verdad sin la experiencia básica de amor. Pero ¿Qué me impide escuchar, dentro, esta voz que me asegura que soy verdaderamente amado? Tal vez, mis propias heridas. O bien, no darme tiempo para escuchar esta voz en nuestro interior. ¿Cómo tomarme tiempo y escuchar esta voz que me asegura que soy amado de verdad? Hoy se trata de escuchar en nuestro interior solo esta voz: tú eres mi hijo amado.
No es fácil escuchar esta voz interior, porque hay muchas “otras voces” que gritan fuerte dentro de nosotros. No es fácil escuchar esta voz interior, porque hay muchas voces que gritan dentro de nosotros: “No vales para nada, no mereces, no eres atractivo, no importas a nadie de verdad”x… Estas voces nos impiden escuchar la única voz que libera… ¿Y si pudiéramos escuchar como Jesús la otra voz: Tú eres mi hijo/a amado/a? Eso, nos bastaría para vivir una vida plena de sentido. Realmente, esta es la voz que nos libera de toda alineación y nos hace superar nuestros miedos y nos llena de alegría, de una alegría que nadie nos puede arrebatar. Nuestros ojos se vuelven hoy a ti, Jesús, Hijo amado del Padre, concédenos abrirnos a la experiencia de sentirnos amados. Que se abra el cielo y podamos escuchar esa voz: Tú eres mi hijo amado. Eso basta para vivir.