Homilía del Señor Arzobispo para el XXV domingo del tiempo Ordinario

“No pueden servir a Dios y al dinero” (Lc 16, 1-13)

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El Evangelio de hoy termina con una afirmación radical: “No pueden servir a Dios y al dinero”. Jesús nos libera de creer que el dinero es “dios”. Nos encontramos ante una parábola que nos resulta incómoda y molesta. Su carácter “escandaloso” nos prueba que se refiere al propio Jesús; no es probable que un discípulo se hubiera atrevido a atribuirla a Jesús. Ciertamente, esta parábola choca con la lógica: un administrador que derrochaba los bienes a quien su señor le va a quitar el empleo por una mala gestión y decide hacer una notoria rebaja de la cantidad que le debía a cada deudor.

Así, los acreedores de su amo lo recibirían en su casa una vez que el dueño lo despidiera. Y la parábola concluye diciendo que: “el amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido”. Pero ¿Cómo es posible que el amo felicite a tal administrador injusto, a un corrupto? Desde luego, desconcierta la actitud del amo. Sin duda, los que escuchaban a Jesús no esperaban este final de la parábola… es un toque de atención para todos los que no terminan de comprender que el Evangelio es una Buena Noticia.

La clave del mensaje es como si Jesús les dijera: también ustedes están en la misma situación que este administrador que tiene la soga al cuello. Es hora de tomar una decisión. Ante el Reino de Dios no se puede esperar. ¿Qué quiere decir Jesús? Jesús quiere decir que, ante la actual situación en la que vivimos, el que quiera ser su discípulo ha de actuar con decisión y sagacidad. Lo que elogia Jesús es la sagacidad, lucidez y habilidad con la que procedió ese administrador para superar las dificultades. Y desconcierta también la máxima final: “gánense amigos con el dinero injusto para que cuando les falte, les reciban en las moradas eternas”.

¿Qué significan estas palabras? Ya que el dinero no tiene curso legal en el más allá de esta vida. Tampoco se trata de reservar la entrada en la vida eterna, sino de distribuir un poco de amor en este mundo que peligra en convertirse en una selva. Jesús viene a decir que necesitamos imitar “no la deshonestidad del administrador sino su habilidad”; es como si nos dijera: procuren con sus bienes contentar al espíritu de amor que llevan dentro, el único que les aporta vida verdadera. Si se dejan esclavizar por la riqueza, no encontrarán la vida, la alegría y la paz.

Esta parábola no nos invita a ser injustos sino a ser inteligentes, poniendo nuestros bienes al servicio de los más necesitados. Por eso, dice: “gánense amigos con el dinero injusto”. Solo cuando compartimos nuestro dinero y lo usamos para crear fraternidad se hace posible el Reino de Dios en esta tierra. Los cristianos necesitamos tomar conciencia de la necesidad de aprovechar bien nuestra vida de manera solidaria.

“No pueden servir a Dios y al dinero”. Hay que aclarar que, en el texto griego, no dice “dinero”, sino “mammón”, que era un dios cananeo, el dios del dinero; es decir, no se puede servir al Dios de Jesús y al “mammón”, el dios del dinero. Ciertamente que llamamos Señor a Dios, pero el que manda de verdad en nuestra vida es el dios- dinero; (“dios” es todo aquello que ocupa el puesto que solo le corresponde a Dios).

El dinero puede convertirse en un ídolo para muchos. El dinero puede seducirnos y alienarnos: podemos llegar a pensar que todo se compra con el dinero. Las cosas más importantes de la vida humana: la amistad, el amor, la salud, la libertad, el sentido de la vida… no se pueden comprar con el dinero. Uno puede entregar el corazón a muchas realidades convirtiéndolas en “dios”, pero estas terminan por hacernos esclavos de los demás y de nosotros mismos.

Solo Dios como absoluto, nos libera de los “ídolos” y nos sitúa correctamente en la vida. Actualmente, para muchos hombres y mujeres el ideal supremo consiste en ganar más para tener más. Se ha despertado en la sociedad un deseo insaciable de cosas. Nada más destructor en el mundo de hoy que la sobrevalorización de las riquezas, que genera un sistema social injusto que anula a la persona y destruye las relaciones comunitarias.

Jesús nos invita en el Evangelio de este domingo, a no poner nuestro corazón en el tener; sino a apoyarnos y abandonar nuestra vida en Él. Jesús nos invita a liberar nuestro corazón de todo aquello que nos da una falsa seguridad para cimentarnos en aquello que nos hace vivir plenamente. Sí, necesitamos que nuestro corazón ansioso, se serene y que nos abramos al misterio de su presencia.

Solo Él puede ser una respuesta a la aspiración más profunda de nuestro ser. Nuestra oración de este domingo podía ser: Señor, ayúdanos a vivir nuestra vida al servicio del amor, no al servicio del dinero. Enséñanos a amar con tu mismo amor y a tener más presentes a los pobres y necesitados.

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