Homilía del señor Arzobispo para el XXIV domingo del Tiempo Ordinario

“Caminante, Camino y Meta” (Mc. 8, 27-35)

0
231

Jesús hace una pregunta fundamental a sus discípulos: ¿quién dice la gente que soy yo? El momento y el lugar son importantes, porque Jesús y sus discípulos van caminando hacia Cesárea de Filipo. No nos olvidemos que Jesús camina en medio de su pueblo, y desde esa cercanía, nos desafía con su presencia y sus palabras. Sabemos que Jesús, el Mesías, se presenta a sí mismo como el camino, es decir, el mediador universal y necesario de salvación.

Y en cuanto tal, y ahí está el acierto de Pedro, Jesús es la meta a la que caminamos los cristianos. El caminante que nos acompaña es el camino que recorrer y al mismo tiempo la meta a alcanzar. Hasta aquí consideramos todo muy claro y sencillo, y en el fondo lo es. Pero aparece un elemento inesperado: el padecimiento, el rechazo y la dolorosa condena que le aguarda a Jesús para poder alcanzar la resurrección. Anuncio de profunda esperanza, por la victoria definitiva, pero no exenta de dificultades y sufrimientos pasajeros.

Tal vez lo que escandaliza a Pedro no es tanto el sacrificio en sí, al que -en algún momento- él dice estar dispuesto a compartir (aunque sabemos que fallará). Lo que no le encaja al judío Pedro, es que el mismísimo Mesías, sea quien tenga que padecer a manos de los hombres. ¿Era compatible su gran victoria sobre los enemigos en medio de tan terrible derrota ante los sacerdotes y maestros de la ley? Es llamativa la dura reprensión que Jesús le hace en público. Tal vez, porque lo amaba tanto a Pedro y esperaba tanto de él, es tan exigente con él. ¿En qué radica el error de Pedro? “tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.

Las obras son importantes, sin duda. También lo son las palabras y mucho. Pero obras y palabras, decisiones y silencios… todo depende de nuestro pensamiento. Diciéndolo de forma directa: quién piensa en Dios, lo tiene presente en sus acciones concretas. Y quién “piensa como Dios”, toma magníficas decisiones. El demonio, al que Jesús manda apartarse de su vista, lo sabe, por ello trata de confundir nuestros pensamientos, o, mejor dicho, trata de complicar nuestra manera de pensar, para que lo hagamos conforme al mundo y no como Dios lo hace. ¿Y cómo piensa Dios? es lo que Jesús viene a enseñarnos, por eso el Padre nos pide: “escúchenlo”.

El pensamiento no son solo ideas sueltas, sino el criterio o la lógica en base a la cual realizamos nuestros razonamientos, también aquellos de los que no somos conscientes y no sabemos controlar. Eso explica que a veces tomamos decisiones o decimos cosas contra nuestros principios de fe, porque hay un pensamiento falso que nos engaña. Siempre habrá decisiones importantes que cada uno debe que tomar. Leer la Palabra de Dios, el silencio contemplativo, rezar el Santo Rosario, escuchar predicaciones católicas, hacer examen de conciencia y confesar nuestros pecados, etc. son elementos que nos ayudan a pensar como Dios y amar como Él nos ama. En eso consiste renunciar a nuestros criterios y seguir a Jesucristo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí