Homilía del señor Arzobispo para el XVII domingo del Tiempo Ordinario

“Un poco de pan que sacia a una multitud” (Jn 6, 1-15)

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Interrumpimos, durante unos domingos, la lectura continua del Evangelio de Marcos y la liturgia nos trae el Capítulo 6 de San Juan, con la multiplicación de los panes. No es necesario decir lo sugerente que es esta escena. Por ello, hoy, trataremos de centrarnos en algunos detalles del acontecimiento, para los próximos domingos tener las reflexiones sobre Jesús pan de vida. Lo primero es que “Jesús nos ve”.

No somos invisibles para quien nos ama y siente compasión, como Jesús tuvo de aquella multitud que le escuchaba. Le sigue una pregunta retórica a los discípulos, porque muchas veces el Señor sabe bien qué hacer, pero espera nuestra colaboración. Sabe que solos no podemos, pero Él que sí podría solo, no quiere hacerlo sin nosotros. ¿Podría ser ésta una forma primera de “sinodalidad”? Jesús no solo es el Emanuel, “Dios con nosotros”, sino que también es “Dios que actúa con nosotros”, aunque propiamente sería, nosotros trabajamos con Él.

En esta ocasión son Felipe y Andrés a los que les toca expresar la incredulidad y falta de creatividad de los discípulos. ¿Qué es este poco de pan para tanta gente? Ante la torpeza de los apóstoles, el que “salva” la escena es un niño que andaba cinco panes y dos peces. Era poco, era insuficiente, pero Dios no usa nuestras medidas, ni usa nuestra lógica. Para Él la medida es el amor, su lógica es la donación.

Se aplica a este niño la solícita generosidad de la que habla San Pablo en la carta a los Efesios: sean humildes, amables y pacientes. No van a recoger para llevar, sino que van a recibir para “sentarse y comer juntos”. Fraterna sinodalidad. Aplicamos aquí la conclusión de la primera lectura, que ratifica la autoridad profética de Eliseo, el cual ordena a su ayudante dar a cien lo poco que tenían ellos dos para comer: sirvió, comieron y sobró.

Es decir, cuando lo que se recibe se comparte -destino universal de los bienes-, alcanza para muchos. Sinodalidad solidaria. Podríamos decir, que hoy necesitamos también del milagro de la honesta generosidad, que no quita a los demás ni guarda para sí, sino que busca con audacia y justicia que todos tengan lo necesario. Eso es comprender que “solo poseemos verdaderamente lo que damos”. “Recoger lo que sobró”, que nada se pierda.

El don de Dios es maravilloso, no dejemos de admirarnos y llenarnos de su pan. La gente, sorprendida por el milagro, intuye su mesianismo pero aún no está preparada para comprender, que el Reino de Jesús “no es de este mundo”. Por ello, él se retiró al monte, solo. Quizá esto sea de lo más sorprendente para muchos: Un hombre poderoso, que ayuda a los necesitados, pero que lo hace sin interés propio, sin esperar recompensa ni reconocimiento.

En definitiva, y lo veremos los próximos domingos, la intención de Jesús, es mostrarnos que el pequeño pedazo de pan que comulgamos en la Eucaristía, es realmente el verdadero alimento que puede saciar al mundo.

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