Esta es la afirmación de Jesús en el Evangelio de este domingo: La escena del evangelio de hoy en Betania presenta a dos hermanas que representan dos maneras de recibir a Jesús. “Una mujer llamada Marta lo recibió en su casa”. Se trata de la casa familiar de Marta. Eso quiere decir que es un encuentro personal con estas dos mujeres. “Tenía una hermana, llamada María que sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra”.
A María la contemplamos escuchando a Jesús. María está allí como discípula. Esto rompe el esquema cultural y religioso de la época en que las mujeres no podían escuchar la enseñanza de un maestro. “Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio”. Marta está irritada, incómoda, molesta… por el estilo de vida de María, ¿Por qué? Porque ve a María como aquella que debería ayudarle. Marta, sin darse cuenta, se ha puesto en el centro de lo que hay que hacer y pierde de vista que lo más importante es la visita de Jesús a su casa y no el éxito de su comida. Está tan segura de sí misma, que se atreve a juzgar la conducta de su hermana. Marta, encara a Jesús diciéndole: “Señor, ¿No te importa que mi hermana me deje sola en la tarea?”. Jesús responde al engaño de Marta con una severa advertencia: “¡Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: sólo una es necesaria…!”.
“Marta, Marta”, repetir el nombre significa una muestra de afecto. Además, al llamarla por su nombre, Jesús trata de introducirla en una relación personal con Él. Para Jesús lo importante es la relación personal. ¿Qué es lo que no va bien en Marta? Jesús se lo dice en pocas palabras: “Andas inquieta y nerviosa con tantas cosas…”. “Andas inquieta”, es decir, has perdido tu paz. De algún modo, se ha desconectado de lo más esencial. ¿No corremos el riesgo de vivir así? Pero ¿quién se toma tiempo para escuchar al Señor como María? Marta está inquieta y nerviosa, Marta quiere también recibir a Jesús en su casa, pero no puede a causa de su agitación y nerviosismo… Jesús no censura la actividad de Marta, sino su activismo y su ansiedad.
Tiene muchas cosas que le absorben, le desbordan y le descentran. Todos necesitamos ratos de silencio y sosiego para fijar nuestra mirada en Jesús. A veces, nos pasa como a Marta: estamos aturdidos por la actividad y por las prisas. Estamos nerviosos, agobiados y nos desconectamos de lo esencial; podemos convertirnos en filántropos, pero esa actividad no nace de la fuente que es Dios. María aparece sentada a los pies del Señor, escuchando directamente su Palabra. María es una mujer liberada que tiene el privilegio de escuchar sólo a Jesús. María tiene la mirada puesta en Jesús. Poner la mirada en Jesús nos permite no quedarnos prisioneros de nuestras propias heridas y centrados en nosotros mismos.
Él, Jesús Resucitado, aporta una liberación profunda a nuestra vida. “Solo una cosa es necesaria, María ha escogido la mejor parte”. Escuchar, recibir, gozar de la novedad del mensaje de Jesús, esa es la mejor parte. María ha comprendido la Buena Noticia que trae Jesús: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8, 21) Hoy necesitamos como María, tomar conciencia de que lo que nos salva es una relación con Él que regenera nuestra vida y nos aporta una fuerza sorprendente de compasión. Él es el agua que nos riega y nos mantiene vivos, con una frescura especial y con una fecundidad contagiosa. “Ha escogido la parte mejor y no se la quitarán”. Jesús ratifica la elección de María prometiéndole que nada ni nadie podrá arrebatarle su opción. Tenemos que descubrir que nuestra vida no se define por la cantidad de trabajo que llevamos a cabo, sino por esta parte que se nos ofrece y que es el amor de Jesús por nosotros, la Presencia de Dios en nuestras vidas.
Esta es la mejor parte que hemos de escoger. El Señor es la fuente de nuestro compromiso con los otros y de nuestro servicio a los demás. Esta escena de Betania nos está diciendo que todos somos a la vez Marta y María. Todos nos sentimos con frecuencia ansiosos, agobiados, dispersos y tentados de hacer de la actividad nuestra principal preocupación. Pero también hemos hecho la experiencia del sosiego, de la paz y la unificación que nos viene de ordenar nuestras prioridades y vivir centrados en lo esencial.
Y una vez más se nos invita a saborear la Palabra que, en lo más profundo de nosotros mismos, se convierte en una fuente de asombro y de alegría y nos reenvía a un servicio más generoso, más gratuito y más libre. Ante el Evangelio de hoy nos preguntamos ¿A los pies de quién nos sentamos nosotros? ¿A quién estamos dispuestos a escuchar con toda atención? ¿Por quién nosotros estamos dispuestos a dejar nuestras cosas importantes y nuestras dominantes sensibles? En definitiva: ¿cuál es la prioridad de mi vida?: La prioridad de nuestra vida, como creyentes, está en dejarnos recibir por Jesús…
Él nos libera de la obsesión de querer controlar todo en nuestra vida. Jesús nos invita a vivir en la confianza y en el abandono a Él. Hoy también podíamos preguntarnos nosotros: ¿Qué es para mí “lo único necesario?”, es decir, aquello que necesito para vivir. Que en este día podamos decirle: Señor Jesús, lo importante es escucharte a ti, ponernos a tus pies y disfrutar del amor y de la vida que tú nos ofreces siempre.