Homilía del señor Arzobispo para el V Domingo de Pascua

“Nada podemos sin Cristo, todo lo podemos con Él” (Jn 15, 1-8)

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La Iglesia se extiende impulsada por el Espíritu Santo, así fue desde el inicio, gracias a personas como Saulo. Cierto nivel de no acomodamiento -a veces persecución- siempre es necesario. Es lo que hace extenderse a la Iglesia y cumpla así su Misión. Curiosamente, la Iglesia no realiza la misión estableciendo “sucursales” o avanzadillas.

La Iglesia, que es misionera por naturaleza, cumple la Misión estableciéndose plenamente en nuevos lugares y nuevos corazones. Ese es el misterio que sostiene la historia de la Iglesia, que ella es Una y al mismo tiempo camina en diferentes lugares. ¿Cuál es el secreto? Permanecer en Jesús. Allí dónde esté, la Iglesia es la esposa de Cristo, y con él, cabeza, forma el cuerpo completo de la redención, por ello se llama católica. En cambio, cuando la Iglesia, mejor dicho, la Iglesia particular que camina en un lugar, se desvincula de su Señor, no permanece en su escucha y no ama a Dios cumpliendo los mandamientos, entonces es como el sarmiento cortado de la cepa, que no sirve.

 En cambio, cuando la  comunidad cristiana, al nivel que sea, permanece íntimamente unida a Cristo, vid verdadera, entonces es cuando se da una vitalidad admirable. De hecho, la Iglesia siempre es joven, siempre viva, porque permanece unida a la savia de Cristo, nosotros diríamos a “Sintámonos realmente amados por Dios cuando su Palabra nos interpele y corrija” Jn 15, 1-8 su cuerpo y su sangre que nos nutren. La Iglesia tiene vida nueva porque está unida al Señor Resucitado. Por cierto, llama la atención el término con el que hoy se identifica Jesús. La vid, era una imagen del Antiguo Testamento que solía referirse al pueblo de Israel, como vid infecunda, o vid que daba agraces.

Jesús se presenta a sí mismo como el nuevo pueblo de la Alianza, y nos invita a ser parte de ese pueblo, que sí da frutos, permaneciendo unido a Él. Aparece un elemento que se aplica solo a los sarmientos buenos: la purificación. La poda para que den más fruto, se hace a aquellos sarmientos escogidos y cercanos, a los que se les quita la parte muerta para que la nueva se fortalezca y dé los frutos de las buenas obras. Sintámonos realmente amados por Dios cuando su Palabra nos interpele y corrija, porque significa que estamos creciendo. Sin él no podemos hacer nada, pero unidos con Cristo, Él puedo hacer todo en nosotros.

Algo tan evidente conviene no olvidarlo: nada podemos sin Cristo, todo lo podemos con Él. Propiamente diríamos que, sin Cristo, fuente de todo bien, lo que hacemos es vacío y errático. Con Cristo, que nos ha hecho suyos, no somos nosotros, es Él el que actúa en nosotros, por ello, no somos nosotros los que lo podemos todo, es Cristo el que puede todo, también a través nuestro. Algo tan hermoso, tiene un riesgo: que, al avanzar en la vida cristiana, demos frutos loables, pero para gloria nuestra. La clave de todo proceso cristiano, es que sea para manifestar la gloria de Dios. En ella está nuestra vida y nuestra vida verdadera radica en dar gloria a Dios.

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