El Evangelio de este domingo continúa el relato de la presentación de Jesús en su propio pueblo de Nazaret. Los paisanos de Jesús se escandalizan de que él solo diga las palabras positivas de Isaías y de que no anunciase ninguna venganza contra otros pueblos; según el verbo griego (martyreo) habría que traducir: “Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionasen solo las palabras de gracia que salían de sus labios”.
Y la pregunta es:” ¿No es éste el Hijo de José? Que no hay que entenderlo en sentido de “¡Qué bien habla uno de los nuestros!”, sino ¿Quién se ha creído éste para cambiar la Escritura? O también la pregunta puede sonar de esta manera: ¿Cómo siendo hijo de José puede comportarse de esta forma? Eso significa que, según los nazarenos, Jesús aporta una novedad que le separa de los buenos ciudadanos judíos que quieren la gracia de Dios para ellos y la venganza para los de fuera. Jesús no sigue la línea ideológica de su padre que es la buena para sus paisanos.
Por eso, los nazarenos acusan a Jesús de no ser fiel a José y eso es grave. Los de Nazaret no aceptan la novedad del mensaje de Jesús. El Dios de Jesús es amor incondicional y no puede tener privilegios con nadie, porque ama a todos infinitamente.
Jesús no parece sorprenderse. Les recuerda un dicho que quedará grabado en el recuerdo de sus seguidores: “Les aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra”. Jesús comprende con toda lucidez, lo difícil que es mantenerse en la fidelidad a Dios y ser bien aceptado en un pueblo que vive encerrado en un nacionalismo excluyente.
Entonces Jesús les recuerda también que, con su actitud de rechazo, están repitiendo la misma actitud que sus antepasados tuvieron con los profetas Elías y Eliseo, que encontraron mejor acogida entre los gentiles, que en el pueblo de Israel. Elías atendió a una viuda libanesa y Eliseo a un general sirio, aunque no formaban parte del pueblo Israel. ¿Qué quiere decir Jesús con estas palabras? Que su mensaje de vida, de amor y de libertad es para todos, no se reduce a un pueblo o a una cultura determinada, Él viene para todo ser humano. Él nos incluye a todos en su amor. La referencia a Elías y Eliseo, les pone furiosos.
“Todos en la sinagoga se pusieron furiosos, lo empujaron fuera del pueblo… Sus paisanos ven que Jesús frustra las expectativas del judaísmo oficial y se enojan. Pronto pudo ver Jesús lo que podía esperar de su propio pueblo. Su actuación libre y liberadora resultaba demasiado molesta para sus paisanos. Los nazarenos quieren “ajusticiar a Jesús”.
Los cristianos necesitamos tener presente esta escena de Nazaret. No podemos pretender seguir fielmente a Jesús y los valores del Evangelio, sin provocar, de alguna manera, la crítica, la extrañeza e incluso, el rechazo de quienes, por diversos motivos, no están de acuerdo con nuestra visión cristiana de la vida. Esto está muy presente en nuestra sociedad y, también, con una cierta hostilidad contra los cristianos.
A Jesús lo expulsan fuera de su pueblo con intención de despeñarlo. Jesús frustra sus expectativas y hay una reacción de agresividad y de violencia. Hay un intento de linchamiento frustrado. Quieren matarle. Es digno de muerte según la ley, ya que va contra su padre. Y según el Deuteronomio, puede ser ajusticiado. Es la expresión de la violencia. Esta violencia se sigue reproduciendo entre nosotros en muchas situaciones.
Sí, hoy también muchos continúan “empujando fuera a Jesús” como hicieron sus paisanos en Nazaret. En el mundo hay una determinada cultura que reduce al ser humano a un mero fruto del azar, algo impersonal y efímero que es, en definitiva, una nueva expresión del nihilismo. La extensión del ateismo va dejando muchas vidas terriblemente vacías de sentido. ¿No tendrá algo que ver la inhumanidad en la que vivimos con el “desalojo de Dios” de nuestras vidas y de nuestra cultura? ¿Podemos construir una sociedad de convivencia sin una ética?
Nosotros no podemos dejar de ofrecer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la posibilidad de redescubrir a Jesús, la belleza, el gozo y la fuerza liberadora del Evangelio. “Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”. Jesús logra escaparse de la muerte porque era sábado aquel día y no podían poner las manos sobre nadie. Por eso le empujan hasta un barranco con la intención de despeñarle.
Pero la persona de Jesús y su mensaje continuarán influyendo en la Historia… Jesús pasa siempre a través de nuestras resistencias, nuestros rechazos. Nuestras barreras no logran detenerlo, ni hacerlo volver atrás. Él, Jesús, se abre paso delante de nosotros a pesar de todo y nos dice: ¡ánimo, soy yo, estaré con ustedes siempre! También en este gesto de Jesús hay un mensaje de libertad: Jesús tiene “el coraje de existir”, de ser Él mismo, fiel a su misión liberadora. Y nosotros, ¿Tengo el coraje de existir como cristiano o vivo una fe apagada y vergonzante? Hoy volvemos nuestra mirada a Jesús de Nazaret Resucitado, con las palabras del Salmo de la liturgia de este Domingo: “Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud… Mi boca contará tu auxilio y todo el día tu salvación”. (Sal 70)