Homilía del señor arzobispo para el IV domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor

Danos Señor pastores que, saliendo de ti, nos lleven a ti (Jn 10, 1-10)

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Este domingo del Buen Pastor queremos recordar con sincero agradecimiento a meritorios pastores como: Em. Óscar Andrés, Mons. Luis Alfonso, Mons. Raúl, Mons. Ángel, Mons. Guido y Mons. Luis. Ellos y muchos más supieron entrar en Dios por Jesús -Puerta Santa-, y salir para mostrarnos a todos la Puerta de la salvación. En ellos se hizo vida el Evangelio de hoy resumido en la frase final (y lema episcopal): “Yo he venido para que todos tengan vida, y la tengan en abundancia”.

Solo tú Señor eres mi fortaleza y mi refugio”, clama nuestro corazón contrito. Y escuchamos que el Divino Corazón de Jesús nos responde: “Yo estaré contigo”. Y, con temor añadimos, “¿cómo estarás con nosotros Señor?”, para escuchar la Promesa cierta: “Yo, Pastor Eterno, os daré en la historia pastores conforme a mi Corazón Santo. Por ello, con humildad y sencillez, en este domingo del Buen Pastor, te seguimos pidiendo:

Pastor Bueno y Eterno, dale a tu Iglesia pastores que, pasando la Puerta, entren y salgan en tu intimidad y tu bondad. Pastores que, habiendo entrado en ti, salen de ti, para llevarnos a ti. Pastores sin miedo a dar su vida por las ovejas, porque saben que su vida está guardada en ti. Danos pastores Señor que nos hablen con amor, para poder reconocer tu Palabra en su voz. Danos pastores que nos llamen por nuestro nombre, que conozcan nuestros nombres… en la manera paternal y maternal como tú nos conoces. Porque quien, con ternura, nos llama por el nombre, nos conoce y reconoce. Danos pastores que oren por nosotros, como nosotros oramos por ellos. Danos, Señor, pastores que llenos de ti, nos infundan tu Espíritu, para que sus palabras y signos toquen nuestros corazones, sanen nuestras heridas, fortalezcan nuestra esperanza. Danos pastores alegres, dichosos de guiarnos, acompañarnos y guardarnos, que sientan su misión como un don y un servicio. Danos pastores, muchos y santos, y que caminen delante de nosotros a ti, Puerta única del cielo. En fin, Señor, danos pastores conforme a tu voluntad, y siempre guárdalos en tu Corazón. Y también Señor, concede a nuestros pastores unas ovejas dispuestas a salir del redil en la mañana, para buscar juntos pastos de caridad y justicia. Ovejas que a la tarde regresen al redil cansadas pero tranquilas, sabiendo que con sus pastores pueden entrar y salir sin peligro. Porque cuando hay comunión entre pastores y ovejas, el rebaño camina unido, sin miedo a los ladrones que quieren dividirnos (confundirnos) para robarnos (la alegría).

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