Homilía del señor arzobispo para el III domingo del Tiempo Ordinario

“El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande” (Mt 4, 12-24)

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Esa luz grande es Cristo y esa luz puede iluminar hoy nuestro corazón si nos abrimos a Él… Sí, Jesús Resucitado es esa gran luz que se ha levantado sobre esta tierra y brilla para nosotros y para todo ser humano

El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús comenzando su misión en Galilea. Sí, en Galilea, (no en Jerusalén, sino en Galilea, lejos del centro religioso y político del país). Galilea de los gentiles, un cruce de culturas y religiones, ¿por qué presenta a Jesús en Galilea de los gentiles?, porque, El Señor viene para todos. El Evangelio quiere poner de relieve que “la luz grande” que es Cristo Resucitado, viene a iluminar a todos los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte.

Galilea para nosotros es también nuestro mundo de hoy, sumido en el hambre, la guerra, la opresión, la violencia, la corrupción y la injusticia… Es ahí en ese mundo donde surge esa luz grande que es Jesús con el anuncio del Reino. Jesús es la luz del mundo. En nuestra sociedad tan progresista, ¿No es una grave equivocación prescindir de ese de Dios, manifestado en Jesús que ilumina el misterio de la condición humana? Nuestras propias tinieblas, son iluminadas por Cristo; que dejemos que Él alumbre todo lo que hay de oscuridad en nuestra vida. Jesús comienza su predicación con un grito: “Conviértanse porque está cerca el Reino de los Cielos”.

Esta es su primera palabra. Conviértanse que en griego significa un cambio de mentalidad, es decir, necesitamos otra manera de ver las cosas, un cambio de chip y en hebreo significa un cambio de orientación, es decir, vamos en una dirección y tenemos que tomar otro rumbo. La conversión es una llamada a una renovación profunda de nuestra vida. La conversión nos hace salir de nuestra mediocridad y volvernos a Dios, fuente de vida y de sentido.

Calidad total, que en lenguaje cristiano es la santidad. Actualmente nos urge una verdadera conversión, un cambio profundo, gozoso, esperanzado, porque Él, Cristo, realiza las aspiraciones más profundas de nuestro corazón. Realmente, solo Él sabe lo que hay dentro de cada uno de nosotros y lo que vivimos, ¡Solo Él lo sabe!

Hoy, el ser humano ignora el misterio que lleva en su interior: Muchas veces, se siente inseguro sobre el sentido de su vida. Está dominado por la duda, el vacío, la nada, y el sin sentido de su vida en esta tierra en una huida permanente hacia delante, esa función la cumple muy bien “la sociedad del bienestar”. Después en el Evangelio Jesús invita a dos parejas de hermanos pescadores a seguirle: “Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”. ¿Por qué pescadores de hombres? ¿Qué significa esta expresión, “pescadores de hombres? Significa la llamada a cuidar la vida de los otros. Somos llamados a ser cuidadores de la vida de los otros”.

La reacción de estos hermanos es que “inmediatamente dejaron las redes y le siguieron”. Aquellos primeros discípulos responden inmediatamente a la llamada sin poner condiciones y sin pedir explicaciones. Abandonan su modo de vida para seguir a Jesús y para dedicarse a la actividad que Jesús les propone… El seguimiento supone una adhesión total a Jesús, una confianza, entrar en una relación de confianza con Él. No serán discípulos simplemente, porque han abandonado o renunciado a algo. Se hacen discípulos porque se han encontrado a alguien. Los discípulos no están llamados a asentir a código de verdades, son llamados a establecer un vínculo, una relación personal y vital con Cristo, esto es lo primero en el seguimiento de Jesús. Después vendrá el resto. Para ello, también nosotros, tenemos que dejar nuestra barca, nuestras redes, tal vez a nuestros padres, en sentido simbólico, es decir dejar las ataduras de nuestro pasado, representadas en la figura de Zebedeo.

La inmediatez con la que responden y la decisión de abandonar “las redes”, muestran el extraordinario atractivo que ejerce para ellos la propuesta de Jesús: cada uno de nosotros nos preguntamos: ¿Escucho hoy su voz que me sigue llamando a la Vida y a poner toda mi confianza en Él? ¿Qué cosas me atan a mi barca y a mis redes, ó a todo lo que representa Zebedeo?

Hoy también es el Domingo de la Palabra de Dios con el lema: “les anunciamos lo que hemos visto”. Una de las finalidades es “Reavivar” la responsabilidad de los creyentes en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Por eso hemos querido conferir el Lectorado y el Ministerio de Catequistas a estos hermanos. Que en este Domingo podamos abrirnos a su luz y a aceptar su amor y su vida y decirle: Conviértenos a ti para que abandonemos nuestra vida mediocre. Llena nuestro corazón del gozo de tu Presencia. Señor, invítanos a seguirte dejando toda seguridad y poniendo en ti toda nuestra confianza. Tú Cristo, que vienes a ofrecernos la Luz de Dios, el regalo de la alegría que no finge, la certeza profunda de la esperanza que no defrauda.

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