Homilía del señor arzobispo para el III domingo de Pascua

"El camino de la escucha es el inicio y el fruto de la presencia del Resucitado a nuestro lado" Lc 24,13-35

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Monseñor José Vicente Nácher Tatay, C. M. Arzobispo de Tegucigalpa

El camino de la escucha conduce a buen fin, mejor dicho, la escucha es uno de los fines del camino. Incluso, a los discípulos de Emaús que se habían dejado llevar por el desánimo y la incredulidad, el diálogo sincero les mantuvo abierta la esperanza. “Sinodalidad” es una antigua realidad eclesial que resumimos en la idea de “caminar juntos”. Aunque propiamente sinodalidad no es solo caminar juntos, sino “ir hablando”, aunque sea de decepciones o discrepancias. Pero, como los de Emaús, los discípulos necesitan “ir hablando” entre ellos, por diversos que sean, porque cuando dialogamos decimos lo que pensamos y esperamos (damos), y a la vez escuchamos como otros interpretan los mismos acontecimientos (recibimos), de manera que juntos vamos discerniendo. Primer punto importante: Sinodalidad no es caminar callados, sino en diálogo espiritual.

Segundo detalle fundamental; para hablar de sinodalidad eclesial no basta con caminar unidos y hablando (organizarnos humanamente,
entendernos bien, ayudarnos, etc.), necesitamos que el Resucitado camine con nosotros. Caminar juntos no implica la presencia de Cristo, pero la posibilita. Propiamente es Cristo, con su “caminar a nuestro lado”, el que nos constituye en Iglesia Sinodal. Es importante subrayar esto, para que no pensemos que la sinodalidad es un proceso social o una acción meramente humana.

Sinodalidad es encuentro, y el encuentro es puro don del Redentor. Es Cristo quien concede a “la comunidad reunida” poder compartir la alegría de la Resurrección. “¿Qué es eso que discuten mientras van de camino?” Pregunta Jesús, sin ser aún reconocido. La respuesta de los que aún no comprenden” es un reproche a la “ignorancia” del nuevo caminante, que insiste, “pues, ¿qué ha pasado?”. Jesús nos pregunta de nuevo por nuestra historia, con sus logros y fracasos, sus alegrías y frustraciones, porque quiere hacer nueva nuestra historia. Porque en la narración y en el diálogo aparece una nueva luz, fruto de la escucha.

El camino de la escucha es fruto del Espíritu que abre nuestro corazón al otro. Diálogo espiritual no es la discusión por mostrar quién tiene a verdad, sino buscar juntos la verdad. En ese diálogo espiritual de quienes buscan la verdad, las Escrituras, iluminadas por la fe, transforman nuestra vida. Entiéndase “fe” como “la comprensión de los sencillos”, y entiéndase “comprensión” como la “experiencia interior” de los humildes. En la escucha espiritual de los sencillos, los más humildes experimentan interiormente la voz de Jesús. “Entró y se quedó con ellos”. El camino tiene siempre su descanso en el que se reúnen los caminantes para partir el alimento.

La Eucaristía dominical es el “partir y compartir” del pan que por la “acción de gracias”, “abre nuestros ojos” para reconocer la presencia de Jesús, a la luz de su Palabra. En otras palabras, el camino sinodalidad nos conduce a la Eucaristía, es decir a la comunión. A su vez, de la participación en la Eucaristía brota la sinodalidad de los discípulos. Todo ello, para levantarnos y emprender el camino de regreso a Jerusalén, la misión donde nuestro testimonio se une al de la comunidad reunida y se comparte en la escucha espiritual. El camino de la escucha es el inicio y el fruto de la presencia del Resucitado a nuestro lado.

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