Homilía del Señor Arzobispo para el Domingo XXIX del Tiempo Ordinario

“¡Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir!” (Mc 10, 35-45)

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Los dos hermanos, Santiago y Juan, se presentan ante Jesús con una demanda pretenciosa. Exponen su petición en términos de exigencia, (queremos). Quieren que Jesús se ponga por entero a su disposición y que les conceda lo que van a pedirle antes de exponérselo. Han podido pensar en un reino político, que Jesús instaurará en Jerusalén, tan pronto como lleguen allí. Eso demuestra la ambición y el deseo de poder que les sobrepasa que anida en el corazón humano. La escena del Evangelio de hoy es un muestrario de la condición humana: el deseo de ser los primeros, la ambición de poder, los celos, las envidias, la competitividad, Etc. ¿Por qué tenemos que ser los primeros?

Ciertamente, la ambición de poder y de dinero sigue haciendo que el mundo se divida en pueblos ricos y pueblos pobres, dejando millones de cadáveres en la cuneta y arrasando nuestro planeta…La ambición es lo que ha generado este mundo injusto y competitivo. Además, también a nosotros, nos han educado para ser los primeros: el primero de la clase, el primero en la profesión, el número uno de la carrera. Todo eso conduce irremediablemente a la ambición del poder, a buscar el prestigio social y el dinero que nos da poder y crea un mundo injusto y duramente competitivo en el que estamos insertos.

Pero en esta escena del Evangelio, Jesús no accede a la petición que le hacen los discípulos, sino que les pregunta por el contenido de esta: “¿Qué quieren que haga por ustedes?” Y la respuesta de los zebedeos revela sus ambiciones de poder. Lo que piden para ellos, es ocupar los primeros puestos: “Sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda” Jesús les reprocha su ignorancia: “no saben lo que piden”. Y les pregunta: ¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber? El cáliz representa el amor de Jesús llevado hasta el final y la pregunta quiere decir: ¿Son capaces de amar hasta entregar la vida? “Los otros diez, al oir aquello, se indignaron contra Santiago y Juan”. Los diez se indignan, porque las ambiciones de sus compañeros chocan con las suyas propias. Y surge el conflicto y la división.

Ante esta reacción, “Jesús, reuniéndolos, les dijo: saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos, los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Ustedes nada de eso”. Jesús da por supuesto que, en el ámbito civil, lo normal es ejercer el poder tiranizando y oprimiendo a los demás. Nuestra sociedad funciona así: Gente ambiciosa que logra imponerse sobre los otros, ocupar puestos importantes, éxito profesional y ejercer un poder. Jesús le da la vuelta a esa perspectiva y nos dice: “Ustedes nada de eso”. Es una afirmación categórica. Lo más importante en la vida no es tener éxito y ser más que los demás.

Lo verdaderamente importante es crecer en lo que somos y vivir plenamente. ¿De qué sirve lograr ser los primeros, tener éxito y dinero si nos perdemos de lo esencial? “El que quiera ser grande, sea el servidor y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos”. Jesús excluye terminantemente toda ambición de poder: la grandeza no consiste en ocupar un lugar importante, en triunfar, en lograr prestigios sociales, sino que se basa en el servicio por amor. “El que quiera ser grande” no tiene más ámbito que el del amor traducido en servicio: esa es la actitud de todos y cada uno de los que deseamos seguir a Jesús; esta actitud radical de servicio crea igualdad entre todos, nos hace hermanos/as. Jesús no dice simplemente servidor sino “esclavo” (en griego doulos).

Es una expresión exagerada de Jesús para erradicar toda ambición de poder. Hoy podemos sentirnos retratados en la ambición de estos dos discípulos, Santiago y Juan, y en la reacción de los otros diez que se indignaron y que también ambicionaban un lugar importante. Esta ambición está en todas las instituciones, en todos los grupos, en nosotros mismos y en la misma Iglesia. “Porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”. Jesús no va a ser como los dominadores de la tierra y los grandes del mundo, un dueño que reclama superioridad y exige servicio; al contrario, va a prestar servicio a los suyos y el servicio de Jesús es la entrega de su vida por amor hasta el final, y “en rescate por muchos” quiere decir por la liberación humana.

Jesús es nuestra referencia definitiva, nuestra única referencia. ¿Por qué no volver nuestra mirada a Jesús y vencer el miedo y la ambición con la confianza en Él? Jesús no nos ofrece poder sino una vida más digna, más bella y más feliz. ¿Cómo no entrar por el camino apasionante abierto por Jesús? ¡Qué alegría se despertaría en nosotros si volviéramos nuestra mirada a Jesús! Que este domingo podamos decirle: Señor, danos ese Espíritu de amor y de servicio, que comprendamos que lo que nos hace grandes no es nuestro poder, sino nuestro amor hecho servicio.

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