El Papa Francisco en la audiencia general del miércoles de la V Semana de Cuaresma, enfatizó nuevamente en las crueldades que se realizan en Ucrania, mencionó: ”las recientes noticias sobre la guerra en Ucrania, en lugar de traer alivio y esperanza, dan testimonio de nuevas atrocidades, como la masacre de Bucha: crueldades cada vez más horrendas”
Aunque su alocución estuvo enmarcada en los frutos de su más reciente viaje apostólico a Malta, el Pontífice, aprovechó para relacionar cómo la sangre de los inocentes o de los mártires, se sigue derramando en nuestro pueblo, dijo: ”sangre inocente grita hasta el Cielo e implora: ¡se ponga fin a esta guerra! ¡Callen las armas! ¡Se deje de sembrar muerte y destrucción! Recemos juntos por esto”.
Francisco destacó los recibimientos del pueblo de Malta y las muestras de fe de las que fue testigo, manifestó este día: ”allí sentí latir el corazón del pueblo maltés, que confía tanto en su Santa Madre. María nos lleva siempre a lo esencial, a Cristo crucificado y resucitado, y esto por nosotros, a su amor misericordioso”
Esto dijo de manera textual el Sumo Pontífice:
Queridos hermanos y hermanas:
El sábado y domingo pasados finalmente pude realizar el Viaje apostólico a Malta, país que, como nos lo recuerda el libro de los Hechos de los Apóstoles, recibió el primer anuncio del Evangelio del mismo san Pablo. Él, habiendo naufragado cerca de esa isla, encontró, junto con sus compañeros de viaje, acogida y refugio de parte de los malteses y dice así el texto, que les «mostraron una cordialidad fuera de lo común», una “rara humanidad” (28,2). Estas palabras las escogí como lema de mi viaje porque indican la vía a seguir para afrontar el fenómeno de los migrantes, pero también para que nuestro mundo sea más fraterno, más vivible y pueda salvarse de un “naufragio” que nos amenaza a todos, el de la guerra, recordando que “estamos en la misma barca”.
Malta representa un lugar clave, primero, porque situada en el Mediterráneo, entre Europa y África, es zona de encuentro de pueblos y culturas. Una nación pequeña, llena de historia y civilización, que debe animar a las naciones poderosas a seguir la lógica del respeto de la libertad y la convivialidad de las diferencias. Además, es fundamental para el fenómeno de las migraciones, pues Malta es un laboratorio de paz, donde se acoge a los migrantes con un espíritu de fraternidad, compasión y solidaridad. Y no siempre siente el apoyo de los otros países de Europa para recibir y ayudar a los migrantes a instalarse definitivamente. Por eso, como Obispo de Roma quise ir para confirmar a los malteses en la fe y en la comunión, e invitarlos a emprender una nueva evangelización, esencial para reavivar su fe y alegría en Jesús.