Es muy conocida esta expresión en la vida de San Francisco de Asís, en ese encuentro con Cristo en la imagen del crucifijo de San Damián. Este momento extraordinario, marca el inicio de un proceso de conversión radical de Francisco.
Al principio de su misión, no entendía con claridad que significaba reparar la Iglesia y lo primero que hizo, fue trasladarse a la Iglesia de San Damián y empezar a reconstruirla, que le llevó incluso a pedir limosna en las calles. Posteriormente reconstruyó la Porciuncula, que es el lugar donde el “Pequeño de Asís” inició con su comunidad.
Con el tiempo comprendió lo que se le pedía. Y se dedicó a vivir el santo Evangelio en toda su radicalidad. «Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala».
En su época la Iglesia tenía graves problemas. No señaló a nadie, ni acusó a los religiosos que vivían opulentamente, hizo algo extraordinario y simple: “Amó”. Esto bastó para llamar la atención de otros y que quisieran vivir como él, en esa simpleza y pureza de espíritu.