En el Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico se reunieron los responsables de la Curia para intercambiar las felicitaciones de Navidad con el Papa. En nombre de todos le habló el decano del colegio de cardenales, Giovanni Battista Re.
El cardenal de 86 años hizo un repaso de los principales pasos que Francisco realizó en este año tan marcado por la pandemia.
El Decano del Colegio Cardenalicio Cardenal Giovanni Battista Re manifestó “El año que llega a su fin permanecerá en la historia por el drama causado en el mundo entero por un pequeño virus, pero permanecerá en la historia también la imagen del Papa que, solo, en el escenario sugestivo y majestuoso pero vacío de la plaza de San Pedro, ha rezado y hablado al mundo”.
A diferencia de otros años, el cardenal y los participantes tuvieron que saludad al Papa manteniendo la distancia, “Nos saludamos como los japoneses”.
Francisco les felicitó con un intenso discurso positivo y cargado de esperanza. A partir de la crisis sanitaria, recordó que la palabra crisis no es algo de por sí malo. Lo malo, subrayó, es el conflicto y el reducir la realidad o la Iglesia a bandos en conflicto.
El Santo Padre dijo “Y el primer mal al que nos lleva el conflicto, y del que debemos tratar de alejarnos, es precisamente la murmuración. Pero prestemos atención a esto. No es una manía mía hablar contra la murmuración. Es la denuncia de un mal que entra en la Curia. Además, aquí en el Palacio Apostólico, tenemos muchas puertas y ventanas. Y entra y nos acostumbramos a esto”.
El Papa subrayó la idea que la crisis es un tiempo de cambio que ayuda a despojarse de lo que sobra y ata.
“Pero si volvemos a encontrar el valor y la humildad de decir en voz alta que el tiempo de crisis es un tiempo del Espíritu, entonces, incluso ante la experiencia de la oscuridad, la debilidad, la fragilidad, las contradicciones, el desconcierto, ya no nos sentiremos aplastados, sino que mantendremos constantemente una confianza íntima de que las cosas van a cambiar” sostuvo Francisco.
Por último recordó que la verdadera reforma de la Iglesia es el cambio personal, que va antes, que la reforma de las estructuras.