La llamada “Predicación de Adviento” este año tuvo lugar en un espacio mucho más abierto: el Aula Pablo VI. De este modo se pudo respetar el distanciamiento social y además de la Curia pudieron asistir empleados del Vaticano.
El Santo Padre estuvo presente y como los demás, llevó la mascarilla. Normalmente se la quita para presidir actos pero en este caso el predicador era otro. Se trataba de Raniero Cantalamessa, recientemente nombrado cardenal por el propio Papa.
El Cardenal Raniero Cantalamessa predicador de la Casa Pontificia inicio su prédica de la siguiente manera “Santo Padre, venerables padres, hermanos y hermanas. Un poeta italiano, Giuseppe Ungaretti, describe el estado de ánimo de los soldados en trinchera durante la primera Guerra Mundial con una poesía hecha de solo 8 palabras: ‘Se está como en otoño sobre los árboles las hojas’. Hoy es la humanidad entera la que experimenta este sentido de caducidad” .
Cantalamessa desarrolló la primera predicación de Adviento en el contexto de la pandemia que vive el mundo. Predicó sobre tres verdades eternas: primera, “que todos somos mortales y no tenemos una morada estable aquí abajo”; segunda, la vida del creyente no termina con la muerte, porque nos espera la vida eterna” y, tercera, “no estamos solos a merced de las olas en el pequeño barco de nuestro planeta” porque Jesús está con nosotros.
Cantalamessa evidenció la realidad humana de la que la muerte es parte: “Memento mori”: recuerda que morirás y puntualizó que se puede hablar de la muerte de dos maneras diferentes: en clave kerigmática o en clave sapiencial.
La primera consiste en proclamar que Cristo ha vencido a la muerte. La segunda, la forma sapiencial, consiste en “reflexionar sobre la realidad de la muerte tal como se presenta a la experiencia humana, con el fin de sacar lecciones de ella para vivir bien. Es la perspectiva en la que nos situamos en esta meditación”.
La reflexión sobre la muerte, afirma Cantalamessa la encontramos particularmente en los libros sapienciales del Antiguo Testamento, como también en el Nuevo Testamento: «Mirad porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13), la conclusión de la parábola del hombre rico que planeaba construir graneros más grandes para su cosecha: «Insensato, esta misma noche se te pedirá la vida. Y lo que has preparado, ¿de quién será?» (Lc 12,20), y también su dicho: «¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde el alma?» (cf. Mt 16,26). También la tradición de la Iglesia ha hecho suya esta enseñanza.
El Predicador de la Casa Pontificia afirma que el modo sapiencial de hablar sobre la muerte está presente en la Biblia, en el cristianismo y en todas las culturas. En la época actual, también lo hallamos en el pensamiento moderno.