En misión | Misioneros con Espíritu

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El Papa Francisco nos dice en la Exhortación Apostólica Evangelium Gaudium, numeral 262: “Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Esas propuestas parciales y desintegradoras sólo llegan a grupos reducidos y no tienen fuerza de amplia penetración, porque mutilan el Evangelio”. Creo que hemos comenzado de forma directa, pero es que la Misión es cosa seria. Siguiendo el orden de ideas del párrafo anterior, sucede frecuentemente en nuestros grupos y comunidades que cuando se habla de misión, respondemos que no hay tiempo para hacerla porque tenemos “muchas actividades”; y que esas tareas que nos ocupan “hacemos misión”.

Están también los muy entregados a la labor social, tan laboriosa e incansable, que al parecer Dios no cabe en todo. Es cuando el Papa Francisco nos dice que reducimos el Evangelio, contamos en partes la Buena Nueva. Por eso, reafirma: “Existe el riesgo de que algunos momentos de oración se conviertan en excusa para no entregar la vida en la misión, porque la privatización del estilo de vida puede llevar a los cristianos a refugiarse en alguna falsa espiritualidad.” (Evangelium Gaudium 262).

Pero el Santo Padre no queda solo en una denuncia, también ofrece una solución, que nos hace recordar lo importante de la misión, leamos: “La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial.” (Evangelium Gaudium 264)

¡Mas claro imposible! Para hacer una buena misión de acorde al querer de Dios, se requiere dejar nuestras costumbres de hacer pastoral parroquial como “siempre se ha hecho”, abrir el corazón al Amor sobreabundante de Dios, para que nuestro ser arda de celo porque todo hombre y mujer conozca de Jesucristo (cf. San Lucas 24,32; 1 Corintios 9, 16), del Plan de Salvación que tiene para todos nosotros. Para ser misioneros con Espíritu hay que ser contemplativos y activos. Hay que hacer espacios de oración, personal y comunitario, y pedirle con insistencia, clamando desde nuestro interior, para que palpite Dios mismo, dejemos de ser tibios, trabajemos incansables por anunciar a Jesús y ser sus brazos de caridad en toda obra que mitigue el dolor espiritual, emocional y físico de cada ser humano.

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