En el marco de su 44 Viaje Apostólico a esta ciudad francesa, con ocasión de la sesión conclusiva de los “Encuentros del Mediterráneo”. El Santo Padre presidió la Santa Misa en el Estadio Velódromo de Marsella. En su homilía el Pontífice señaló que, “la experiencia de la fe genera sobre todo un salto ante la vida. Saltar significa ser ‘tocados por dentro’, tener un estremecimiento interior, sentir que algo se mueve en nuestro corazón. Es lo contrario de un corazón aburrido, frío, acomodado a una vida tranquila”.
“Dios es relación y nos visita con frecuencia a través de los encuentros humanos, cuando sabemos abrirnos al otro, cuando hay un salto por la vida del que pasa cada día a nuestro lado y cuando nuestro corazón no permanece indiferente e insensible ante las heridas del que es más frágil”, lo dijo el Papa Francisco
Dios hace posible aun aquello que parece imposible
En estas dos mujeres, María e Isabel, indicó el Papa Francisco, se revela la visita de Dios a la humanidad: una es joven y la otra anciana, una es virgen y la otra estéril, y sin embargo ambas están encinta de un modo “imposible”. Esta es la obra de Dios en nuestra vida: hace posible aun aquello que parece imposible, engendra vida incluso en la esterilidad.
“Hermanos y hermanas, preguntémonos con sinceridad de corazón: ¿creemos que Dios está obrando en nuestra vida? ¿Creemos que el Señor, de manera escondida y a menudo imprevisible, actúa en la historia, realiza maravillas y está obrando también en nuestras sociedades marcadas por el secularismo mundano y por una cierta indiferencia religiosa?”.
El salto de la fe
El Santo Padre dijo que, hay un modo para discernir si tenemos esta confianza en el Señor. El Evangelio dice que “apenas Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno”. Este es el signo: saltar. El que cree, el que reza, el que acoge al Señor salta en el Espíritu, siente que algo se mueve dentro, “danza” de alegría.
“La experiencia de la fe genera sobre todo un salto ante la vida. Saltar significa ser ‘tocados por dentro’, tener un estremecimiento interior, sentir que algo se mueve en nuestro corazón. Es lo contrario de un corazón aburrido, frío, acomodado a una vida tranquila, que se blinda en la indiferencia y se vuelve impermeable, que se endurece, insensible a todo y a todos, aun al trágico descarte de la vida humana, que hoy es rechazada en tantas personas que emigran, así como en tantos niños no nacidos y en tantos ancianos abandonados”.
“Un corazón frío y aburrido arrastra la vida de modo mecánico, sin pasión, sin impulso, sin deseo. Y de todo esto nos podemos enfermar en nuestra sociedad europea: el cinismo, el desencanto, la resignación, la incertidumbre, un sentido general de tristeza. Todo junto: la tristeza, esa tristeza escondida en el corazón. Alguno las ha llamado “pasiones tristes”; es una vida sin sobresaltos”
El salto en la fe genera también un salto ante el prójimo
La experiencia de la fe, además de un salto ante la vida, indicó el Santo Padre, genera también un salto ante el prójimo. En el misterio de la Visitación, en efecto, vemos que la visita de Dios no se realiza por medio de acontecimientos celestiales extraordinarios, sino en la sencillez de un encuentro.
Dios nos visita a través de los encuentros humanos
Además, el Pontífice invitó a recordar que, también en la Iglesia: Dios es relación y nos visita con frecuencia a través de los encuentros humanos, cuando sabemos abrirnos al otro, cuando hay un salto por la vida del que pasa cada día a nuestro lado y cuando nuestro corazón no permanece indiferente e insensible ante las heridas del que es más frágil.
Los tantos “saltos” de Francia
Y al dirigirse al pueblo francés, el Papa Francisco dijo que, pienso en tantos “saltos” de Francia, en una historia rica de santidad, de cultura, de artistas y de pensadores, que apasionaron a tantas generaciones.
“También hoy nuestra vida, la vida de la Iglesia, Francia, Europa necesitan esto: la gracia de un salto, de un nuevo salto de fe, de caridad y de esperanza. Necesitamos recuperar la pasión y el entusiasmo: necesitamos encontrar pasión y entusiasmo, redescubrir el gusto del compromiso por la fraternidad, de seguir corriendo el riesgo del amor en las familias y hacia los más débiles, y de reencontrar en el Evangelio una gracia que transforma y embellece la vida”.
Las “santas utopías” de fraternidad y de paz
Finalmente, el Santo Padre invitó a dirigir la mirada a María, que se incomoda poniéndose en viaje y nos enseña que Dios es precisamente así: nos incomoda, nos pone en movimiento, nos hace “saltar”, como le sucedió a Isabel.
Que María cuide a Francia y a toda Europa
El Santo Padre concluyó su homilía rezando junto a los fieles franceses a la Virgen, a Nuestra Señora de la Guardia, para que vele sobre su vida, para que cuide a Francia y a toda Europa y para que nos haga saltar en el Espíritu.