Por segundo domingo consecutivo el Papa Francisco no apareció desde el palacio apostólico como lo hace habitualmente, esto para evitar exponerse a las bajas temperaturas de Roma que podrían afectar su recuperación por una inflación pulmonar que lo aqueja desde hace varios días, sin embargo, se conectó desde la capilla del Espíritu Santo en la casa Santa Marta para dirigirse a través de una pantalla a todas las personas que esperaban su catequesis en este primer domingo del Adviento 2023.
Y luego de saludar a los presentes e informar que está mejorando su salud, dijo que el mensaje sería leído por Monseñor Paolo Braida, jefe de Oficina de la Secretaría de Estado.
En su catequesis resaltó que en el breve Evangelio que nos propone la liturgia Jesús para este domingo nos dirige tres veces una exhortación sencilla y directa: “Estén vigilantes”.
El tema es, pues, la vigilancia. ¿Cómo debemos entenderla? A veces pensamos en esta virtud como una actitud motivada por el miedo a un castigo inminente, como si un meteorito estuviera a punto de caer del cielo y nos amenazara con aplastarnos, si no nos apartamos a tiempo. ¡Pero, ciertamente, este no es el sentido de la vigilancia cristiana!
Así pues, la vigilancia de los siervos no se basa en el temor, sino en el anhelo, en la espera de ir al encuentro del amo que viene. Se preparan para su regreso porque lo quieren mucho, porque esperan que, cuando llegue, encuentre una casa acogedora y ordenada: están felices de volver a verlo, hasta el punto de que esperan su regreso como si fuera una fiesta para toda la gran familia a la que pertenecen.
Por eso, de modo especial durante estas semanas, preparemos con esmero la casa del corazón, para que esté ordenada y sea acogedora. Vigilar, de hecho, significa estar con el corazón preparado. Es la actitud del centinela, que en la noche no se deja tentar por el cansancio, no se duerme, sino que permanece despierto esperando la luz que llegará.
El Señor es nuestra luz y es bueno preparar el corazón para acogerlo con la oración y para hospedarlo con la caridad, los dos preparativos que, por así decirlo, lo hacen sentirse cómodo. A este respecto, se cuenta que san Martín de Tours, hombre de oración, después de dar la mitad de su manto a un pobre, soñó con Jesús vestido precisamente con esa parte del manto que había dado. He aquí un hermoso programa para el Adviento: encontrar a Jesús que viene en cada hermano y hermana que nos necesita, y compartir con ellos lo que podamos: escucha, tiempo, ayuda concreta.
Y termina diciendo el mensaje. “Queridos hermanos, hoy nos hace bien preguntarnos cómo podemos preparar un corazón acogedor para el Señor. Podemos hacerlo acercándonos a su Perdón, a su Palabra, a su Mesa, encontrando espacio para la oración, acogiéndolo en los necesitados. Cultivemos su espera sin distraernos con tantas cosas inútiles y sin quejarnos todo el tiempo, sino manteniendo el corazón vigilante, es decir, ansioso de Él, despierto y preparado, impaciente por encontrarlo”.