El Papa Francisco llama a los religiosos a priorizar el amor y la acogida sobre los títulos y distinciones mundanas. 

Redacción: Celeste Sauceda

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En un emotivo encuentro con representantes de cuatro congregaciones religiosas, el Papa Francisco, enfatizó la necesidad de un enfoque centrado en la caridad y la acogida incondicional. Recordó a los participantes que la verdadera prueba de la vida cristiana no radica en los títulos académicos o en la acumulación de logros, sino en los gestos de amor y servicio hacia los pobres, los que sufren y los marginados. “No seleccionen a las personas según criterios mundanos”, advirtió el Papa, insistiendo en que la misión de los consagrados debe estar guiada por el impulso de la gratuidad y el amor desinteresado que dio origen a su vocación. 

El Santo Padre subrayó tres pilares esenciales para la vida consagrada son el discernimiento, la formación y la caridad. Explicó que el discernimiento es un proceso delicado pero necesario, que permite a los consagrados seguir su vocación a través de una profunda escucha de Dios, de sí mismos y de los demás. También insistió en la importancia de la formación continua, que abarca toda la existencia y está estrechamente ligada a la oración, la vida sacramental y la adoración. 

Francisco advirtió sobre el peligro de un corazón “demasiado tranquilo”, que puede volverse insensible a la misión de testimoniar el amor de Dios. En cambio, llamó a los religiosos a mantener un corazón en paz, pero inquieto, siempre atento a las necesidades del prójimo. En un mundo donde las relaciones humanas se ven amenazadas por la cultura del descarte, el Papa instó a los educadores religiosos a ser compañeros amorosos y guías para quienes se les confían, recordando que el verdadero criterio para la vida cristiana se encuentra en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo: el amor hacia los más pequeños y vulnerables. 

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