Con la cercanía de la solemnidad de Cristo Rey, el banquete de la Palabra de Dios, nos van ofreciendo cada vez más, lo ricos sabores de lo que el Reino anunciado por Jesús. En el evangelio de hoy, Mateo nos propone respirar la tensión pesada que vivía su comunidad cristiana siropalestina, por la fractura entre la nueva comunidad cristiana y la judía. Parece reflejar entonces las visión que tenían algunos de ser justos y salvos agrupándose en grupos que se vuelven intransigentes y por ende fanáticos de sus propias ideas. Las palabras cortantes de Jesús hacen eco a las de los profetas, que combatían un culto reducido a magia, una oración separada de la justicia, una liturgia que se había vuelto tan solo ceremonia, una religiosidad separada de cotidianidad. En resumen se puede decir que un culto así no sirve para nada ante los ojos de Dios. Es un fracaso absoluto, porque no lleva a Él. A la larga Jesús reprocha el hecho que a través de esas actitudes no se entraba en contacto con el Señor, sino con un ídolo, una falsa imagen de la divinidad, que se había creado para su uso y abuso. Esta es la tragedia de un buscar el ser justos delante de Dios de manera equivocada haciendo un esfuerzo mal enfocado. Es entonces que Jesús propone la verdadera justicia: “Él más grande entre ustedes que sea su servidor. Pues el que se ensalza será humillado y el que se humille será ensalzado” (Mt, 23,12). Ante el Reino de Dios, nadie debería poseer una teología que pueda ser orgullosa, que se autocomplace, que se ilusiona de poseer la verdad, como también una práctica religiosa superficial, de pintura exterior y sin crecimiento verdadero. El Reino que Jesús instaura va acompañado de Justicia y verdad delante de Dios y de los hombres.
Padre Tony Salinas, párroco San Juan Bautista, Ojojona