Al concluir la misa de este domingo 15 de noviembre, Su Eminencia Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, dedico unos minutos para orar ante la imagen de Nuestra Señora de Suyapa patrona de Honduras, y encomendar al país ante la llegada del Iota y la crisis que se vive por la pandemia de Covid-19 y las inundaciones dejadas por Eta.
Señor Jesús, Dios de bondad y de misericordia, en medio de las tormentas, mientras oramos y trabajamos, imploramos tu protección, Dios Padre bueno, en estos momentos difíciles, no dejamos de hacer lo que está en nuestras manos y no dejaremos de pedirte, lo que solo Tú puedes darnos.
Danos fe, para ver tu amor, más allá del lodo que aun llenan muchas casas, danos un amor fuerte y generoso para seguir luchando unidos, en medio de las múltiples dificultades de esta emergencia que se aproxima.
Danos esperanzas, para recordar que después de la tempestad, no solo vendrá la calma, sino también la oportunidad de trabajar en la construcción de una Honduras nueva, en la que todos los que hemos sufrido, uniremos nuestros corazones y nuestras manos.
Corazones fatigados pero no doblegados, manos llenas de barro, pero no de injusticia, porque sabemos que nos amas y que jamás dejaras de hacerlo, aun cuando las aguas nos inunden tu amor fiel, nos sostiene y nos alienta para seguir adelante.
Desde lo más hondo de nuestro ser te clamamos a ti Dios bueno, porque un corazón contrito y humillado tu no lo desprecias, que sea esta nuestra ofrenda y sea agradable en tu presencia a tus manos benditas de Madre confiamos nuestra Honduras, confiamos especialmente a los más pobres Madre de Suyapa.
Ten misericordia de nuestro pueblo que sufre, ten misericordia de aquellos que están en una clínica o en un hospital sufriendo. Ten misericordia de todos los que estamos expuestos a esta pandemia.
Madre del cielo Tú que quisiste venir para quedarte con nosotros, ayúdanos, protégenos, bendícenos mientras te recordamos, aquella oración que llevamos impresa en lo más hondo de nuestra vida.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia. Vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María, ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén.