“Escuchar, discernir, acompañar”, tres verbos que enfatizan la importancia de promover las vocaciones, cumpliendo el mandato del Señor de rogar al dueño de la mies, que envíe más operarios a su viña. Es por lo que, existe un proceso de formación sacerdotal, que va desde el llamado, un paso por el seminario hasta el servicio pastoral ya ejerciendo el ministerio.
Corazón
El profeta Jeremías nos recuerda que, los sacerdotes son llamados a ser pastores según el corazón de Dios. Víctor Velásquez es seminarista de la Diócesis de Danlí y señala que, esto se cumple “entregándose plenamente al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Su formación integral les permite enfrentar los desafíos con fe, esperanza y caridad, siendo testigos auténticos del amor del Señor”.
Carlos Fernando López, quien ya concluyó sus estudios y se encuentra en el año pastoral, previo a la ordenación diaconal, agrega que, la formación sacerdotal en Honduras es un proceso muy completo e integral. “Se fundamenta en cuatro columnas formativas: la parte humana, esto se refiere a que la humanidad del candidato pueda ser moldeada para el futuro ministerio al que se prepara, esto es: virtudes que deben trabajar, recibir acompañamiento psicológico para conocerse a sí mismo y tener las herramientas para acompañar espiritualmente a otras personas”.
Proceso
El presbítero Heber Noé Espinal de la Diócesis de Choluteca, es actualmente uno de los formadores del Seminario Mayor Nuestra Señora de Suyapa, Él explica que, la Pastoral Vocacional es la acción evangelizadora de la Iglesia en favor de todas las vocaciones. “El proceso de acompañamiento vocacional tiene unas exigencias académicas. Generalmente este es el proceso de formación sacerdotal: haber aprobado la primaria o educación básica, tener un título de secundaria, un año Introductorio o propedéutico, tres años de estudios filosóficos conocido como ‘’etapa discipular’’ y cuatro años de estudios teológicos llamado ‘’etapa configuradora’’”. A este tiempo, indica el presbítero, se le suma un espacio de inserción pastoral en cada una de sus diócesis, llamada ‘’etapa de síntesis’’, de cara a la ordenación diaconal y luego sacerdotal.
Importancia
El padre Bernardino Lazo, quien también es formador de los jóvenes en el Seminario y Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias, enfatiza que, el proceso formativo busca que los jóvenes se configuren con Cristo, sacerdote y pastor, desde la realidad de cada uno, desde el ser, desde su identidad humana, que ellos puedan alcanzar una identidad de Cristo, buen pastor.
Un buen pastor que, debe conocer a sus ovejas, debe conocer el camino por donde andan las ovejas, los contextos en donde están, con un corazón abierto para todos y todas, sin excluir a nadie. El corazón del pastor no puede excluir a nadie y debe estar preparado para llevar la salvación de Cristo a todos. “Hoy más que nunca, en el siglo XXI, los hombres y mujeres de hoy, tienen sed de Dios y solo Jesucristo el Señor, puede saciar esa sed de Dios, esa sed en las almas”. Asimismo, agregó que, quienes se preparan para el ministerio sacerdotal, deben poseer un ser un pastor auténtico, ya que, esto no ha pasado de moda y no se puede relativizar, “Por eso el empeño como formadores en el Seminario, lo que se debe pedir, manifestar aquella persona que está en el proceso formativo, debe ser acorde a lo que debe ser un pastor. Por lo tanto, tiene que cultivar las virtudes de nuestro Señor, las actitudes, el estilo, la forma y la manera de nuestro Señor para el día de hoy y lo que el Señor manda” recalcó.
Cercanía sacerdotal
En el proceso formativo, hacen falta sacerdotes plenamente humanos, capaces de buenas relaciones, maduros para afrontar los retos del ministerio, para que el consuelo del Evangelio llegue al pueblo de Dios a través de su humanidad transformada por el Espíritu de Jesús. Deben permanecer unidos al Pueblo de Dios, esta pertenencia, les custodia, les sostiene en sus fatigas, los acompaña en las angustias pastorales y les protege del riesgo de desconectarse de la realidad y sentirse omnipotentes.